En la segunda ronda de Wimbledon del año pasado, una rodilla sumergió a Rafael Nadal en un calvario de siete meses. Alejado de las pistas, el campeón sufría. Su equipo, su familia, sufrían al verlo sufrir. Este lunes, todo aquello se volvió definitivamente historia, memoria enterrada a golpe de épico triunfo.

En una final vibrante contra Novak Djokovic de tres horas y 21 minutos, con un marcador 6-2, 3-6, 6-4 y 6-1, Nadal conquistó su segundo Abierto de Estados Unidos, el torneo que el año pasado esa rodilla le hizo perderse. Era un broche de oro para el que es “quizá el año más emocionante” de la carrera del mallorquín. Y aunque lloró tumbado en la pista y habló de emociones ante los 23.000 espectadores del Arthur Ashe y la prensa, la dimensión del triunfo la entienden de verdad él y sus allegados.

“Probablemente solo mi equipo sabe lo que significa este torneo para mi”, decía. Para el resto, es la confirmación de la grandeza del que hoy es número dos, aunque con posibilidades de arrebatar a Djokovic el uno en las próximas semanas. A los 27 años tiene ya 13 grandes, solo uno menos que Pete Sampras y a cuatro del récord masculino de 17 de Roger Federer.

Y el Abierto estadounidense es el broche perfecto para una temporada de regreso triunfal: 13 torneos, 12 finales y 10 títulos. En pista dura, 22 victorias consecutivas."Ni yo ni nadie de mi entorno habríamos soñado con una vuelta así", admitía ayer. La victoria de ayer tuvo un sabor especial. Ante Djokovic, campeón este año en Australia y dueño de seis grandes, se había coronado en Nueva York en el 2010. Ante él había caído en 2011, el año en que el serbio culminó su ascenso a lo más alto. Y ayer los dos demostraron que su rivalidad es hoy lo más grande del tenis, habiendo tomado el relevo a la que antes Nadal mantuvo antes con Roger Federer. Se han medido en 37 ocasiones, más que ningunos otros dos tenistas. Nadal lleva 22 victorias y 15 derrotas.

El arranque del encuentro mostró a un Nadal casi perfecto, agresivo, certero, y determinado, capaz de sellar en 6-2 el primer set. Pero Djokovic cobró fuerza en el segundo, rompiendo dos juegos y llevándose el segundo parcial ante el mallorquín (que en los seis partidos anteriores solo había perdido una vez su servicio y solo había cedido un set). En el tercero, Djokovic siguió mostrando un juego decidido. Y en el noveno juego, cuando Nadal servía, llegó a tener ventaja 0-40. Convertir la ventaja le habría puesto 5-4 y con servicio. Pero enfrente tenía a Nadal. “Los partidos se ganan con la raqueta pero hay momentos que van más allá. Es cuestión de resistir, de aguantar, de no dejarse llevar porque el otro te esté destrozando. Se trata de seguir manteniendo la ilusión, la pasión, la concentración, el límite”, explicaría después.

Eran palabras que explicaban lo que había hecho en ese tercer set, que acabaría ganando un juego después. El cuarto set fue ya como un paseo de homenaje al héroe. El juego, la pasión, el talento, la resistencia y la determinación de Nadal cosechaban su triunfo. Ha vuelto a lo más alto. Emocionante. Emocionado. Su rodilla pudo alejarle de las pistas. Su cabeza nunca se fue.