"¡Que viva España! ¡Que viva España!, ¡Oe, oe, oe, oe!" Los cánticos se podían oír a unos cientos de metros de una de las entradas del All England Tennis Club de Londres. La euforia se desató cuando Cesc marcó el penalti de la victoria. Sus gritos despertaron a más de uno de los vecinos de la casa que Rafael Nadal ha alquilado en Wimbledon. "Fue una locura. Estábamos todos saltando, abrazados y celebrando la victoria", cuenta Albert Costa, el extenista y actual entrenador de Feliciano López, que también participó en la fiesta en la que estaban Gabriel Urpí, entrenador de la italiana Flavia Penetta; Richy Sánchez, entrenador de la serbia Jelena Jankovic; Toni Nadal; Rafael Maymó, preparador físico, y Benito Pérez Barbadillo, director de comunicación del campeón de Roland Garros, que se pasó el día enfundado en una camiseta roja de la selección.

Nadal había preparado la fiesta con antelación. No quería perderse el partido y él mismo fue a comprar el aperitivo y las bebidas. Antes jugó un par de partidos con la Playstation. El con España y Benito Pérez Barbadillo con Italia. "Me ganó los dos por 2-1. Fue una premonición", explicaba ayer.

No hubo porra, pero si una apuesta de salir todos a la calle, totalmente desnudos, si marcaba Güiza algún gol. Por suerte no lo hizo. Se lo pasaron en grande dando sus opiniones, las tácticas que harían y metiéndose con el árbitro, pero a partir del minuto 80 y hasta el gol de Cesc "todos sufrimos mucho". Ayer, Nadal lo explicaba en el blog que tiene en el diario The Times. "Hoy soy una persona feliz, siempre lo soy, pero después del partido de ayer no puedo ser más feliz", escribía.