La tormenta en Nueva York obligó este viernes a cerrar la cubierta de Arthur Ashe, la pista central de Flushing Meadows, pero el rayo y el trueno, en realidad, estaban dentro. Rafael Nadal, un auténtico fenómeno de la naturaleza, desplegó toda su fuerza en la semifinal del Abierto de Estados Unidos para batir contundentemente al italiano Matteo Berrettini por 7-6 (8-6), 6-4 y 6-1.

A los 33 años Nadal alcanza la vigesimoséptima final de un grande en su carrera, la quinta en Nueva York y la tercera del año tras Australia y Roland Garros. Y ahora solo el joven ruso de 23 años Daniil Medvedev, que con un 7-6 (7-5), 6-4 y 6-3 se deshizo de Grigor Dimitrov en su primera semifinal de un major, separa al mallorquín de sumar a su inmenso palmarés el 19 título de Grand Slam, con lo que quedaría a solo a uno del récord de Roger Federer.

Medvedev, “el oponente más duro”

La del domingo no será una lucha fácil, especialmente porque, como recordaba Nadal en la pista tras la victoria, Medvedev es el tenista “que está jugando mejor esta temporada” y con ello se plantea como el “oponente más duro” que podía encontrar en la final. Pero en esos brillantes resultados del moscovita en las pistas duras en verano, donde alcanzó tres finales, incluyendo una que culminó con victoria en Cincinnati, y con su llegada a la final neoyorquina se garantiza el cuarto puesto mundial, también se incluye el único encuentro de su vida con el de Manacor. Y en ese partido el mes pasado en Montreal Nadal le barrió en la final 6-3, 6-0 en 70 minutos.

Será el duelo de un campeón veterano contra la juventud y la falta de experiencia en los más grandes escenarios. Y es ese dominio que Nadal exuda por cada poro de su piel es también el que apareció en el partido contra Berrettini, otra prometedora estrella.

Armado con un saque demoledor y una derecha cañonera, el romano resistió los embistes del de Manacor, salvando las seis ocasiones que este tuvo para romperle el servicio, incluyendo una para llevarse el set, y forzando un tie break que por momentos, como en el 0-4 a su favor, pareció a su alcance. Pero Nadal aprovechó la segunda opción de llevarse ese tie break, contando, como diría después, incluso con “un poco de suerte”. Sobrevivió, pero hizo algo más. A partir de entonces, como también decía él mismo, el partido cambió completamente. El rayo ya no remitió. Y la historia se pone eléctrica otra vez.