Hamburgo era el único cromo que faltaba a la colección de Masters Series de tierra de Rafael Nadal. Desde ayer ya lo tiene en su álbum. Si el año pasado Roger Federer se lo quitó de las manos y además acabó con una racha de 81 victorias consecutivas sobre tierra batida, ayer Nadal se tomó la revancha ante el suizo al derrotarle por 7-5, 6-7 (3-7) y 6-3. A una semana del inicio de Roland Garros, esta victoria es la mayor alegría para el campeón español que, una temporada más, llega a París como el rey de la tierra.

En las últimas cuatro semanas, Nadal ha ganado Montecarlo y Barcelona por cuarta vez consecutiva y Hamburgo por primera vez. Solo ha pinchado en Roma, donde también aspiraba al cuarto título, pero unas ampollas en el pie derecho mermaron su condición física y perdió en el debut ante Juan Carlos Ferrero: la única derrota desde que Nadal ha vuelto a pisar la tierra en los 16 partidos disputados hasta ahora.

Si mantener ese ritmo es algo sobrehumano, aún tiene más mérito aguantarlo cuando fuera de la pista Nadal ha tenido que soportar la presión extra del enfrentamiento que han mantenido los tenistas con Pedro Muñoz, presidente de la federación española de tenis. Cualquier otro se hubiera derrumbado con razón, pero Nadal es incombustible. Su fortaleza mental le permite aguantar lo que sea.

A PUNTO DE RETIRARSE Y en Hamburgo no lo ha tenido tampoco fácil en la pista. El sábado, Novak Djokovic le tuvo tres horas antes de darle la mano y admitir que, de momento, Nadal aún está un paso por delante del serbio. En ese partido se jugaban el número 2 del mundo y Nadal ganó el pulso jugando posiblemente "el mejor partido de la temporada". Ayer tampoco lo tuvo fácil. En la final ante Federer, tuvo que remontar en el primer set un 1-5 en contra y salvar tres set-balls. No solo eso, sino que por un momento pasó por su cabeza la posibilidad de retirarse cuando tuvo que ser atendido en la pista por el fisioterapeuta por unos dolores en el muslo derecho. Incluso su tío Toni Nadal, viendo sus gestos de dolor, le llegó a decir que abandonara. A una semana vista de Roland Garros no era lógico arriesgar. "Estaba asustado por el tirón", admitió el tenista.

Pero Nadal se recuperó milagrosamente ante la sorpresa de Federer, que vio como le ganaba siete juegos seguidos para remontar esa manga (7-5) y romperle el servicio en el primer juego de la segunda. El número uno del mundo no se rindió y volvió a colocarse con ventaja de 5-2, pero Nadal forzó la máquina hasta igualar a cinco juegos y disponer de un 0-40 para adelantarse 6-5. No lo consiguió y finalmente Federer se llevó el tie break.

A Federer le faltó la convicción que le sobra a Nadal. El número 2 del mundo apretó un poco más los dientes. "Me dolía todo el cuerpo", dijo. Pero en la pista Federer no lo notó y después de ceder su saque en el cuarto juego (3-1) dejó de creer en él mismo, si lo había hecho en alguna ocasión. Nadal cerró el partido cinco juegos más tarde.