Cuatro de cuatro. 2005-2006-2007-2008. La serie continúa para Rafael Nadal en Roland Garros y no se le ve final. Ayer por cuarta vez consecutiva levantó la Copa de Mosqueteros. Se la entregó Bjorn Borg. El sueco no podía tener un mejor sucesor en este escenario. Ahora los dos comparten la proeza de ser los únicos tenistas que han ganado cuatro veces seguidas en París desde que comenzó la era Open (1968). Pero desde que Borg le dio el trofeo ya sabe que le tocará empezar a descontar los días que le quedan para dejar de compartir ese extraordinario récord. Solo un cataclismo podría evitar que el día de la marmota no se repita dentro de 356 días.

Otra vez, y ya van tres finales y una semifinal desde que Nadal pisó por primera vez Roland Garros, Roger Federer tuvo que inclinarse ante un rival intratable en su palacio de tierra como el Rey Sol lo era en Versalles. Si Luis XIV proclamó un día "el estado soy yo" para imponer su absolutismo monárquico, Nadal bien podría gritar en su reino tenístico algo así como "el tenis soy yo".

Es dificil recordar un dominio más aplastante de un tenista. Ayer Nadal sumó la 28 victoria consecutiva sin conocer todavía la derrota en París. Nadie ha conseguido algo así en toda la historia del tenis. Tres sets y 22 juegos (6-1, 6-3, 6-0). Un resultado que a punto estuvo de ser un nuevo récord. Nadal se quedó a un solo juego de igualar la victoria más contundente en una final de Roland Garros cuando el argentino Guillermo Vilas venció en 1977 al estadounidense Brian Gottfried (6-0, 6-3, 6-0). El orgulloso Vilas debió respirar tranquilo, sentado en el palco junto a otros campeones invitados para celebrar el 80 aniversario de la construcción de Roland Garros.

SOLO UN BUEN JUGADOR Todos asistieron impresionados al éxito de un tenista que como ellos será leyenda también dentro de unos años. Pero a quien, recién cumplidos los 22, le quedan muchos retos para batir. "¿Un gran campeón? Bueno, eso lo son tenistas como Borg o Federer, de momento Rafa solo es un gran jugador", decía satisfecho pero con su habitual humildad Toni Nadal.

Pero los 14.000 aficionados que ayer llenaron la central Philippe Chatrier seguramente no pensaban lo mismo. "Ha sido una exhibición apabullante" aseguraba el tenista ecuatoriano Andrés Gómez, ganador en 1990 y el último campeón que lo hizo con tenis ofensivo, de saque y volea. "Federer tardará en olvidar esta final, no hay adjetivos", sentenciaba Conchita Martínez, comentarista de Eurosport.

Tenía razón. Nunca en un torneo del Grand Slam y en 172 partidos que ha jugado el tenista suizo se había marchado de la pista con un 6-0 en su contra. Es más, en solo dos ocasiones Federer había recibido un rosco en su carrera y ambas fueron en 1999, en sus inicios profesionales. Pero quizás el dato más concluyente para la moral quebradiza de Federer será que nunca, desde que existe la clasificación mundial (1973), un número 1 había encajado una derrota tan aplastante.

"Lo siento por Federer, no se merecía un resultado así", decía Toni Nadal tras el partido. Esa modestia contrastaba con lo que su sobrino hizo en la pista. Nadal fue implacable. Si hace unos años el tetracampeón de Roland Garros decía que Federer jugaba en otra liga, ayer el suizo debió pensar lo mismo de él. En tierra Nadal está en otra galaxia. En estas dos semanas en París, uno tras otro, sus rivales han caído sin poder plantarle cara. En los siete partidos que ha jugado Nadal no ha perdido ni un set y solo el serbio Novak Djokovic, en las semifinales del viernes, le puso en apuros cuando dispuso del único set ball que Nadal ha tenido en contra de 21 jugados.

IMPOTENCIA DESESPERANTE Nadal ha estado mejor que nunca en este Roland Garros. En la pista no ha tenido rival. Su juego ha evolucionado de forma espectacular y ayer volvió a demostrarlo ante Federer. El suizo había anunciado que tenía las claves para sorprenderle. Que tenía ganas de jugar esa final otra vez contra Nadal. Se veía capaz de conquistar ese Grand Slam que falta en sus vitrinas y que posiblemente seguirá faltando cuando se retire si Nadal sigue en este mismo plan dictatorial sobre la superficie de la tierra batida.

Su impotencia fue manifiesta y desesperante. A Federer solo le quedó admitir su inferioridad y felicitar Nadal. "Has sido el más fuerte". Palabra de campeón.