A menudo los grandes no entran en la historia de golpe. Lo hacen paso a paso. Y el que Rafael Nadal dio el lunes ante Novak Djokovic en la pista Arthur Ashe acrecienta una leyenda con 13 capítulos ya titulados en oro y en la que, si nada se tuerce, quedan más por escribir.

"Este es un paso que significa mucho para mí. Esto ya no me lo quitan", explicaba Nadal paladeando con intensas emociones la conquista de su segundo Abierto de Estados Unidos tras un encuentro a cuatro sets con Novak Djokovic, el número uno del mundo, que cayó 6-2, 3-6, 6-4 y 6-1 tras tres horas y 21 minutos de un juego vibrante y más al límite de lo que podría sugerir el marcador.

Es el decimotercer Grand Slam de la carrera del mallorquín tras ocho títulos en Roland Garros, dos en Wimbledon, uno en Australia y el ya logrado en Nueva York en 2010, también ante Djokovic, ante el que cayó en la final del 2011 y con quien ha establecido una rivalidad sin precedentes (ninguna otra pareja en la era Open supera sus 37 encuentros). Pero el título número 60 de su carrera es un triunfo extremadamente especial: llega después de que Nadal se hubiera visto forzado a perderse el torneo neoyorquino del año pasado por la lesión de rodilla que durante casi siete meses le alejó de las pistas y le hizo sufrir, un calvario que confiesa no habría podido superar sin el apoyo inquebrantable de su equipo. Y culmina una temporada triunfal en la que por primera vez ha ganado todos sus encuentros en pistas duras (22) y ha sumado 10 títulos. No extraña que él mismo la vea como la "más emocionante" de su carrera.

UN PARTIDO MEMORABLE El domingo, exultante, hablaba con la copa a su lado. E insistía: "Al final lo importante es que tengo el trofeo. Es lo que cuenta. Al final, cuando acabes tu carrera, esa será la memoria".

El título será, sin duda, lo que quede en los anales. Pero detrás habrá logros, como haber mantenido en el torneo el servicio en 95 de 99 juegos, o haber salvado 19 de 23 puntos de break . Pero, sobre todo, habrá un duelo final memorable y épico, un recuerdo de lujo para los más de 21.000 espectadores y para quienes lo siguieron en pantallas, tenis del que explica que el deporte viva uno de sus momentos cumbre.

Lo que sucedió lo resumió perfectamente el propio Nadal. "Entre Novak y yo cada punto es pelea, un largo rally, más estrategia. Es muy duro. Que los partidos sean igualados hace este juego especial y el jugador que es capaz de mantener un poco más la concentración y jugar con un poco más de determinación en momentos importantes es el que ganará". El lunes fue él.

El mallorquín salió a la pista rozando la perfección, con un tenis que él mismo definió como "asombroso". Sabía, no obstante, que "el partido empezaba de nuevo. Estaba seguro de que no podría mantener ese nivel dos sets más. Es imposible". No se equivocó.

CABEZA FRIA En el segundo set Djokovic jugó mejor, mientras Nadal cometía más errores. Y aunque el serbio desaprovechó la primera oportunidad de romper el servicio en el segundo juego, no lo hizo en el sexto. Tras un maratón de 54 golpes, arrebató a Nadal el 4-2 a su favor. Rugió. Hizo explotar Arthur Ashe. Si la gente quería tenis, tenían el mejor. Y llevándose el segundo set, Djokovic les puso en bandeja la emoción.

El tercero arrancó también con claro dominio de Nole. Rompió el primer servicio de Nadal. Tuvo en su raqueta la posibilidad de ponerse 3-0, pero la desaprovechó. Nadal recuperó la igualdad colocándose 3-3. Pero el momento que marcaría el partido llegaría en el noveno juego: con Nadal sacando, Djokovic llegó a ponerse 0-40. La primera respuesta de freno de Nadal fue un saque directo incontestable. Y en esos momentos que solo pueden lograr una cabeza fría, una voluntad de hierro y un tenis magistral, Nadal salvó el punto. El siguiente parcial 8-1 era el camino que el mallorquín seguía hacía el tercer y el cuarto set, la victoria, el título, la historia.

"Es obvio que en los momentos importantes él jugó mejor, por eso mereció ganar", concedía Nole, que llegando a la final ha logrado mantener el número uno.

Nadal vuelve ahora a los retos del día a día. Ayer por la tarde volaba a Madrid en un vuelo regular para empezar hoy a entrenar para la eliminatoria de Copa Davis. Viajaba con algo más que la copa o el cheque por 3,6 millones de dólares. El lunes Nole le había empujado a sus límites. Los había vuelto a superar.