A menudo es fácil perderse en el espejismo de que lo que logra Rafael Nadal es fácil. Partidos como el del miércoles por la noche en el Abierto de Estados Unidos ante Diego Schwartzman, una victoria por 6-4, 7-5 y 6-2 mucho más sufrida, dura y exigente de que lo que indica ese marcador engañosamente sencillo, recuerdan que hay un trabajo titánico físico y mental tras cada uno de esos logros, incluyendo el último de volver a semifinales en Nueva York, el escenario donde ha logrado tres de sus 18 grandes. Nadal es el único tenista que ha alcanzado como mínimo esa ronda de cuatro en todos los majors este año, como ya hizo en 2008. Lo ha hecho también en 10 de los últimos 11 torneos que ha disputado.

A Nadal el miércoles le aprisionaba un día "pesado", una humedad asfixiante, problemas previos estomacales que contribuyeron a que sufriera deshidratación y a finales del segundo set y principios del tercero calambres en los dos brazos que no le dejaban doblar el dedo y que se extendieron al codo, al flexor, a las piernas...

Pero mientras que esos temas físicos se pueden tratar como hizo con sales y bebidas isotónicas, pomadas y toallas heladas, al campeón de 33 años le retaba sobre todo Schwartzman, uno de los tenistas que, pese a no haberse impuesto en ninguno de sus ocho encuentros, le plantea duras batallas y más le incomoda.

EL RETO

Ese tenista Peque por altura (1,70) pero grande por juego fue capaz de romperle cuatro juegos al de Manacor, que en sus tres partidos previos solo había perdido dos veces el servicio. El bonaerense anuló la ventaja de 4-0 con la que se colocó Nadal en el primer set y neutralizó también la de 5-1 con la que llegó a servir en el segundo. Y Nadal sufrió, forzado a menudo a alejarse de la línea, atrapado en posiciones defensivas.

Pese a "perder ventajas muy importantes que mentalmente se hacen complicadas y más cuando ves que físicamente no vas sobrado", y pese a los calambres, Nadal acabó reaccionando decisivamente en los momentos clave. "Era un día para ganar de la manera que fuera y se ha ganado", reflexionaba luego ante la prensa.

"Hay días en que uno se tiene que poner el mono de trabajo y hay que aceptar las situaciones", profundizaba. "Era un día para estar con una mentalidad positiva ocurriera lo que ocurriera y creo que en eso no he fallado. Puedo haber fallado en algún momento técnicamente pero a nivel mental no he tenido ningún error".

Esa fortaleza hace que rivales como el derrotado Schwartzman lo definan como "un león en la jungla". O que su próximo contrincante, el italiano de 23 años Matteo Berrettini, diga que se va a enfrentar en su primera semifinal grande al "mayor luchador que ha habido nunca en el tenis".

El propio Nadal rechaza entrar en esas descripciones, como en las de quienes le recuerdan que es considerado el favorito ante Berretini así como en una potencial lucha por el título con Grigor Dimitrov o Daniil Medvedev. Quizá esté más atento al domingo Roger Federer, de cuyo récord Nadal quedaría con una victoria a solo a un título, o un Novak Djokovic que debe sentir en la nuca en aliento en la lucha por el número 1, pero él dice que solo piensa en el partido de este viernes. "Es momento de subir un poco más el nivel", asegura. "Creo que puedo hacerlo".