Miguel Najdorf tuvo una vida de película. O de varias, como él solía relatar. "Nací dos veces. La primera, al igual que todo el mundo. Y la segunda, a los 29 años, cuando llegué a la Argentina". El hipnótico cortometraje '40 tableros', uno de los reclamos del BCN Sports film que empieza el lunes, rinde tributo al genio polaco-argentino, capaz de batir récords de partidas a ciegas y al que el ajedrez salvó del horror del nazismo.

Nació en 1910 bajo el nombre de Mieczyslaw en el seno de una familia judía de Varsovia, descubrió el deporte de su vida a los nueve años, de la mano del padre de un amigo al que había ido a visitar. Se convirtió en una obsesión tal que su madre, que soñaba que fuera médico, le quemó las piezas, tableros, libros y todo lo que oliera. Pero él ya tenía claro que su vida transitaría entre fichas blancas y negras. A los 18 años ganó su primer torneo internacional y, con tan solo 25 años, ya representó a Polonia en el tercer tablero en las Olimpiadas de ajedrez de 1936, que se celebraban en su Varsovia natal. Al año siguiente repitió en las de Múnich. Por aquel entonces Joseph Goebbels era el presidente de la federación alemana y había prohibido que en los clubs hubiera judíos. Najdorf capitaneó a Polonia hasta la medalla, superando a los anfitriones, y se llevó la medalla de oro individual. La Alemania nazi y la Olimpiada de ajedrez marcarían su vida para siempre tres años después.

Miguel Najdorf.

En 1939 viajó a Argentina para participar en la Olimpiada de Buenos Aires. Una inoportuna gripe de Genia, su mujer, impidió que tanto ella como Lucía, la hija de ambos, le acompañaran. En suelo argentino recibió la noticia de que Adolf Hitler había invadido Polonia. Su mujer, su hija, sus padres y sus cuatro hermanos, todas las piezas de su tablero familiar, fueron víctimas del horror nazi. A los 29 años, como decía Najdorf, empezó su nueva vida. Cambió su nombre de Mieczyslaw por el de Miguel, se nacionalizó argentino, se casó y tuvo dos hijos más y representó a su nuevo país en 11 Olimpiadas, llevando a Argentina a tres subcampeonatos mundiales. Tan célebres como sus logros en torneos convencionales fueron sus exhibiciones: llegó a jugar a 250 tableros a la vez (225 victorias, 14 tablas y solo 10 derrotas) y se enfrentó a políticos como Fidel Castro, el Che, Tito, el Sah de Persia, Winston Churchill, Nikita Jruschov. Batió un par de veces el récord del mundo de partidas a ciegas, como las que retrata el director rosarino Alfonso Gastiaburo en '40 tableros'. En 1943 disputó en Mar del Plata 40 partidas a la vez durante 24 horas, siguiendo en una habitación anexa y a puerta cerrada los movimientos los movimientos que le cantaban por los altavoces. Un esfuerzo mayúsculo supervisado por un médico, dispuesto a tirar la toalla en caso de que no le viera en condiciones físicas de seguir en el ring. Ganó 36, firmó tablas en una y perdió tres. Cuatro años después, ante las quejas de tongo de Koltanowski (el antiguo plusmarquista), repitió la gesta en Sao Paulo, subiendo la apuesta hasta 45, ganando 39, empatando cuatro y perdiendo dos, memorizando 440 posiciones, 2880 escaques y cerca de 1800 jugadas. "Tengo una memoria privilegiada, aunque según para qué, porque si me prestan dinero se me olvida fácilmente", bromeaba con una locuacidad y visión del show que le convirtió en una de esas figuras que trasciende su deporte.

Cuando la federación internacional fijó en 1950 su sistema de puntuación, fue uno de los primeros grandes maestros en ser coronados y dos años después obtuvo la medalla de oro en el primer tablero en Helsinki. Admirado por Bobby Fisher y Garri Kasparov, jugó contra este último a los 72 años, y acabó muriendo a los 87 en Málaga. Figura indiscutible del olimpo ajedrecista, su variante de la defensa siciliana es homenajeada en 'Gambito de dama', la serie que ha vuelto a poner de moda este deporte, llenando la tele de anuncios alegóricos y provocando inusitadas colas en las tiendas especializadas de Barcelona durante la época navideña.