La de Mireia Belmonte en el 400 estilos era ayer la última bala de la natación en línea española para no volver con las manos vacía de los Mundiales de Gwangju. La catalana falló en las series, pero en la recámara apareció un último proyectil, el de Joan Lluís Pons. Como en los JJOO de Río, el mallorquín se metió entre los ocho mejores y, aunque tampoco le dio a España su primer podio en Corea, se quedó cerca: cuarto y batiendo su propio récord de España (4:13.30).

Muchas cosas se esperaban de Belmonte, que ni en una de sus pruebas fetiche consiguió remontar el vuelo. El complicado 2018, con unos vértigos que la apartaron de los Europeos y pusieron patas arriba su preparación, la sigue lastrando en este 2019. Séptima en su serie (4:42.16) y 13ª global, la final le quedó muy lejos (también a Jimena Pérez, con (4:47.51).

«Tenemos muchos deberes», resumió Fred Vergnoux, entrenador jefe del equipo español sobre el camino que debe seguir la badalonesa, que ha firmado las otras dos finales españolas (800 y 1.500, última en ambas). «Está lejos de sus tiempos. Hoy estamos decepcionados porque la final del 400 estilos era abierta. Con sus mejores marcas hubiera aspirado a una medalla», reconoció el técnico francés, que ve a su pupila «con un fondo muy bueno» pero a la que falta «bastante fuerza y energía en las pruebas cortas».