El año que terminó fue de rotundo éxito deportivo, aunque no sea muy conveniente mirarse en exceso al ombligo. Pero como siempre, la felicidad no ha podido ser completa.

Todavía dura el cabreo de la plata en Pekín, pues de ésta al oro hubo algo más que un simple peldaño en el cajón del podium. No se trata de echar más leña al desastroso de la final, pero a este fuego que tanto quemó, seis meses después, aún le quedan llamas.

Alguien tachó de exagerado otro artículo propio en aquellas fechas. Como exageradas pudieron parecerle las declaraciones de una árbitro en aquellos juegos, calificando de vergonzosa la actuación de sus colegas, algo que posiblemente le haya supuesto colgar los hábitos.

Como exagerado que el máximo dirigente del baloncesto en este país, el extremeño José Luis Sáez, lo haya corroborado diplomáticamente.

Es muy común el choque entre normativas laborales, deportivas y federativas en todo sitio y en todo deporte. Sobre su unificación me consta que se trabaja. Pero lo que nunca puede ser común es que un mismo juego se practique con dos reglamentos, y al mismo tiempo. He sido árbitro de éste, y si ya es peligroso usar dos varas de medir en una misma jugada, no digamos en toda una final olímpica. Hablamos de los polémicos pasos de salida. La infracción, clara, no se cometió ni una, ni dos ni tres, sino hasta en trece ocasiones. Sincera y modestamente, un servidor nunca se equivocó tantas veces.

Quiero entender que estos árbitros intentaron favorecer en exceso ´su´ espectáculo y acabaron perjudicando, aún más en exceso, nuestras posibilidades de traernos el oro, que muchas hubo. Quizás intentar desbancar a los americanos utilizando sus propias siglas, no fuese bien visto en el panorama internacional. Quizás, que quienes lo intentaban sean los mismos que triunfan y pasan a la historia en su propia liga, siendo del país no americano con más jugadores, menos todavía.

El baloncesto es allí lo que aquí pudieran ser los toros, y tampoco se vería con buenos ojos que los holandeses, por ejemplo, se hiciesen con el mando de nuestra fiesta nacional, y además modificándola.

Quizás sea una cuestión de dividendos, donde como casi siempre lo deportivo y lo mediático chocan más veces que se complementan. Pero de ahí a jugar dos partidos en uno, hay mucha diferencia. Urge solucionar este tema, o tal vez esperar que se acepte que nuestro baloncesto va muy rápido. Mientras tanto, solo queda aguantar hasta que el cabreo amaine.