Fue un castigo inmerecido y exagerado. La fortuna ya no respeta ni las tradiciones más acrisoladas. Lo resumía un aficionado de toda la vida mientras salía hundido: "¡Ni con la Virgen aquí!". Antes, otro hincha, fiel desde la Bombonera del ascenso, había pedido que no subieran a la Virgen hasta el 17 de mayo, por ver si se obraba el milagro. Ni por ésas.

Un lituano que pasara por el multiusos habría creído que el Cáceres era un equipo a punto de jugar los play-off por el título. Había la misma entrada de siempre, el público, salvo un tímido abucheo a Hussein, parecía entregado y animoso y hasta había cheer-leaders en los tiempos muertos: no aparecen en los años de gloria y vuelven en los días de tribulación. Como bailarinas no estaban muy sincronizadas, pero como gimnastas superaban a las del mismísimo Unicaja.

El caso es que el partido avanzaba igualado y deportivo hasta que del callejón más siniestro de la ACB salió Davis, un auténtico matón de Tarantino. Atacó a Muoneke, que es joven e impulsivo, pero buen chico. Y se armó la de Pulp Fiction. El público crepitaba, la grada tronaba, la policía tenía que recorrer la banda pidiendo calma por primera vez en muchos años y tuvo que aparecer Orenga, El Zorro (viejo), para cortarle los humos a Davis y dejar claro quién manda aquí.

CABEZONADAS Y ´LOCOMIAS´

Pero había que rematar la faena. El Zorro cometió la quinta, se retiró jaleado: "Oreeeenga, Oreeeenga" y el partido entró en esa rueda de tonterías, melindres, cabezonadas y locomías marca de la casa que han hecho perder al Cáceres tantos partidos en el último minuto.

La gente salía desesperada. El Fórum perdía alargando la agonía y todo el mundo construía condicionales: "Si hubiéramos vendido el año pasado la plaza al CAI... Si no se hubiera forzado la marcha de Deon Thomas... Si no hubieran anulado aquel triple...". Lo dicho: "¡Ni con la Virgen aquí!".