Dicen que su madre los envió al gimnasio que tenían cerca de casa, en Vallehermoso, harta de que se pelearan con el mango de las escobas en el pasillo de la casa, como si fueran espadachines de novela. La familia acababa de instalarse de nuevo en Madrid, procedente de Zaragoza, último destino de su padre, un piloto militar de aviación que acababa de fallecer. Pero ya había dejado enterrada la semilla. El padre practicaba una rara modalidad, el pentatlón aeronáutico, que incluye la esgrima. "En mi casa siempre ha habido espaditas", confirma José Luis Abajo, uno de los que se peleaba en el pasillo, con su hermano Juan.

Un día encontraron en el buzón un panfleto de ese gimnasio cercano, en realidad un club de esgrima, y su madre les animó. José Luis, que a sus 11 años estaba "hasta el moño" de hacer natación, aceptó encantado. De ahí hasta la medalla de ayer, queda un trayecto de 19 años al lado de Angel Fernández, maestro de esgrima que ha tutelado su carrera, primero en el club Sala de Armas y ahora en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, donde el medallista entrena seis horas diarias.

Cabeza fría tras la boda

De su época de niño le queda el cariño de la familia --"La medalla es hacer realidad un sueño que tenía desde pequeño", dijo de él su hermano, presente en Pekín, como también su madre Lola y su esposa, Lucía, el mismo nombre que la hija de ambos-- y el apodo de Pirri, que no viene del jugador madridista, sino de otra cosa: "Un cuento o un muñeco infantil que se llamaba Pirracas y con el que me bautizó mi abuelo. Y de ahí, a Pirri".

Y Pirri creció, aunque le ha costado llegar a triunfar. "A veces hay que aplacarlo, es demasiado luchador y agresivo. El hecho de casarse y tener una niña le ha venido muy bien a su carácter", asegura Angel Fernández. El tirador coincide en la apreciación. "Tener la cabeza fría cuenta un montón en este deporte. La medalla ha llegado en el mejor momento, porque dicen que entre los 27 y los 33 años es la mejor edad", afirma el esgrimista, que acaba de cumplir los 30. "Yo soy rápido con la espada, tengo la mano rápida, pero soy un poco bruto, y eso me ha perjudicado a veces. Pero ser agresivo también me ha hecho llegar hasta aquí".

La cabeza fría y la mano rápida. Esas armas, además de la espada, esgrimió ayer Pirri, que se quitó la espina del subcampeonato mundial por equipos del 2006. "Es un tirador valiente, con una gran confianza, y le encantan las grandes competiciones. Siempre dice que la va a liar", explica el sablista Jorge Pina.

Y ayer la lió, en una jornada agotadora, con cinco asaltos y muchos tiempos muertos. Y cada vez que salía para enchufarse de nuevo los cables que detectan los tocados, lo hacía escuchando hasta ´Lo grande que es perdonar´, de Gilberto Santa Rosa, el caballero de la salsa: "Sé que te hice mil heridas casi imposibles de sanar, y nadie gana la partida, pues tu aquí y yo acá...".