Quién nos iba a decir que en la jornada más tranquila del Tour, prácticamente un día de entrenamiento, Alejandro se estamparía de bruces. Y, lo cierto, es que a veces es malo que haya tanta relajación, porque cuando vas tenso, vas muy concentrado. En cambio, si bajas el listón, ¿qué sucede? Pues que no agarras el manillar con la misma fuerza, que vas hablando con otros corredores y es entonces cuando se producen las caídas tontas, que a veces hacen mucho daño, como le ha sucedido a Valverde.

Yo no lo vi caer, pero sí escuché el estruendo del golpe. "Mira se ha caído alguien", pensé, pero nunca me imaginé que quien se acababa de llevar el tortazo era Alejandro. Por fortuna, parece que solo han sido golpes y que no afectará a su rendimiento.

Cuando se produjo la caída había algunos compañeros que habían parado a orinar, como era el caso de Luis León Sánchez. Unzué dio la orden de detener a todo el equipo. Todos a ayudar a Valverde, a excepción de mí, que me quedé en el pelotón.

Yo no me paré por lógica, pero decidí situarme a cola de pelotón para ver lo que pasaba. Tuve momentos de duda y también de intranquilidad porque no oía nada por el pinganillo. ¿Enlazaban? ¿No enlazaban? Venga esperar. Se hizo eterno. Cuando por fin aparecieron me acerqué a Alejandro y le pregunté qué tal estaba. Me enseñó los golpes. Iba tremendamente magullado. Pero cuando un ciclista se monta en la bici y termina una etapa es que la caída no ha sido tan grave como parecía.

*Excampeón del Tour