Qué seguros nos sentíamos la noche del martes. Bromeamos con ello. Dormíamos en un hotel de la cadena Campanile, en una pequeña localidad, no muy lejos de París, que se llama Senlis. Y digo que nos sentíamos seguros porque coincidimos con toda la gendarmería, los motoristas que controlan la carretera y los que cuidan de la vigilancia en metas y salidas. ¿Y cuál ha sido mi sorpresa? Pues bien. Todas las mañanas nos despiertan los masajistas. Nosotros dejamos la llave en la puerta. Lo primero que hacemos es dirigirnos a la habitación de Jesús Hoyos. El es nuestro médico y tiene como norma controlarnos el peso diariamente. "¿No sabes lo que ha pasado esta noche?". "¿No has oído nada". Pues no, yo dormí como un tronco y no me he enterado. "¿No has escuchado las sirenas de la policía?". ¡Si dormimos con la gendarmería! ¡Si el hotel tenía que parecer un búnker! Pues no. Han amordazado al recepcionista y se han llevado la caja. Ya no hay respeto.