El Estadio Olímpico de Berlín, que a partir del sábado acogerá la 12 edición de los Mundiales de atletismo, es un auténtico tratado de historia. Sus remodelaciones de 1974 y el 2004, con motivo de los Mundiales de fútbol celebrados en Alemania, no pueden ocultar las marcas dejadas en la monumental instalación por los vestigios del nazismo.

El estadio fue el monumento en el que Adolf Hitler quiso simbolizar la pretendida superioridad de la raza aria sobre las demás en los Juegos Olímpicos de 1936. Bastó una exhibición sin precedentes del atleta estadounidense Jesse Owens, descendiente de esclavos, para desmontar la falacia. Ahora, otro velocista negro, Tyson Gay, lucirá orgulloso en su camiseta las iniciales JO --como el resto de componentes del equipo de EEUU-- como homenaje y recuerdo de un periodo histórico que no debe volver.

"Además de un campeón, Jesse Owens es un héroe para mí. Será muy especial correr en el estadio donde él lo hizo", ha dicho Gay, que está llamado a protagonizar junto con el jamaicano Usain Bolt los duelos más espectaculares de estos Mundiales, en los 100, 200 y 4x100 metros, las mismas pruebas (junto a la longitud) que Owens dominó en los Juegos Olímpicos de 1936.

El autor del proyecto, Werner March, era hijo de otro arquitecto alemán, Otto March, encargado del diseño del estadio que debía servir para celebrar en Berlín los Juegos de 1916, cancelados por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Una historia que guarda cierta similitud con la del Estadio de Montjuïc, construido inicialmente con la idea de albergar la Olimpiada Popular de 1936, frustrada por la Guerra Civil española.

Con el nombre de ISTAF, desde 1936 hasta hoy se han celebrado 63 reuniones atléticas en el Estadio Olímpico, situado en el barrio berlinés de Charlotteburg, solo interrumpidas o canceladas durante la Segunda Guerra Mundial y por el ataque terrorista sucedido en los Juegos Olímpicos de Múnich, en 1972.

El saludo de Hitler

Remodelado hace tan solo cinco años para el Mundial de fútbol del 2006, el nuevo estadio albergó la final en la que Zinedine Zidane fue expulsado por cabecear el pecho de Marco Materazzi. Con capacidad para 74.000 espectadores, destaca el innovador color azul de su pista sintética, el mismo que lucirá el Estadi Lluís Companys con motivo del Europeo de Barcelona del 2010.

Pero la historia no está en esta espectacular pista, sino que se remonta tozudamente al año 36 del siglo pasado. En una semana de gloria, Owens ganó los 100 metros en 10.3 segundos, luego la longitud con 8,06, se impuso también en los 200 metros y, finalmente, lideró la victoria en los 4x100. La leyenda dice que Hitler, indignado, le negó la mano al tetracampeón y abandonó el estadio. Owens, en su biografía, reconoció que el dictador le había saludado con la mano, pero no se la dio porque días antes había sido reprendido por el Comité Olímpico Internacional por no saludar al campeón negro de altura Cornelius Johnson y, a partir de entonces, había decidido no saludar personalmente a ningún campeón.

Los Juegos de Berlín fueron el nacimiento de una gran amistad entre Owens y el subcampeón de longitud, el rubio alemán Luz Long, que le ayudó en ajustar el talonamiento y se abrazó entrañablemente con el campeón tras la prueba. Los descendientes de ambos, Kai Long (hijo de Luz) y Marlene Dortch (nieta de Jesse) se reencontrarán en Berlín el próximo día 22 y entregarán juntos las medallas de longitud masculina.

Reliquias del pasado

Será 73 años después del nacimiento de la amistad entre los dos atletas, que estuvo por encima de las circunstancias. "Estos Campeonatos ofrecen la rara oportunidad de honrar la amistad internacional entre los dos", asegura el presidente de la Federación Internacional de Atletismo, Lamine Diack. Mientras, en el monumental estadio, perviven aún como reliquias algunas de las estatuas erigidas por el escultor Arno Breker por encargo del régimen nazi.