Los Dallas Mavericks alcanzaron el cielo de la NBA de la mano de Dirk Nowitzki, el jugador alemán que ha conducido a la franquicia texana a su primer título de campeón después de 31 años de historia.

En estado de shock después de pelear durante tantos años por el anillo, el alero ni siquiera esperó a que sonara la bocina y se concretara el triunfo de su equipo en la cancha de los Miami Heat (95-105). Abandonó la cancha cuando quedaban tres segundos para recogerse en el vestuario y disfrutar de forma individual del mejor momento de su carrera, mientras sus compañeros se abrazaban sobre el parquet. Y después de unos minutos volvió para saborear el momento, su venganza frente a los Heat, precisamente, el equipo que le privó del triunfo en el 2006, y también para recoger de manos del legendario Bill Russell el trofeo de MVP de la final.

"Nos ha costado mucho llegar hasta aquí y las sensaciones por estar en el mejor equipo del mundo son indescriptibles", declaró Nowitzki, que fue de menos a más en el partido y acabó con 21 puntos y 11 rebotes. Cumplirá 33 años este domingo, convertido ya en el jugador europeo con más incidencia en un equipo campeón, superando los precedentes de Kukoc, Tony Parker o Pau Gasol .

El triunfo de los Mavericks corona el esfuerzo colectivo de un equipo con mayúsculas ante el empuje de una franquicia como los Heat, que apostó por el talento individual de su Big Three (Wade, Lebron James, Bosh) como atajo hacia el anillo. Al final, una apuesta fallida.

Fue el triunfo de la pizarra de Rick Carlisle, un técnico que ha hecho crecer el banquillo de Dallas conforme avanzaban las finales, haciendo que todos sus jugadores aportaran: hombres como el puertorriqueño de orígenes españoles José Juan Barea o Deshawn Stevenson y también veteranos como Jason Kidd, Jason Terry --decisivo con sus 27 puntos-- o Shawn Marion.