A César Castro Valle (Plasencia, 31 de mayo de 1999) no le asusta nada. Ni siquiera la reiteración e inoportunidad en las lesiones. No pudo estar en los Juegos de Río de Janeiro 2016, que se había ganado siendo casi un niño, pero quiere ir a Tokio 2020. Empieza a ver la luz al final del túnel este deportista brutal, un talento rodeado de una familia de la que se emociona cuando habla y unos técnicos a los que adora. En esta charla-entrevista en El Periódico Extremadura desvela un cambio radical en su trayectoria deportiva aparcando las distancias largas y apostando por las cortas. Con él hablan dos de sus valedores-amigos: el preparador físico y nadador Sergio Mogena y el fisioterapeuta José Moreno, ‘Perry’.

-¿Cómo se encuentra?

-César Castro: En cuanto al estado de forma lo puede decir mejor Perry [José Moreno]; y de ánimo, es de las veces que mejor estoy. Tengo mucho entusiasmo, muchas ganas de conseguir grandes cosas de nuevo. Por eso básicamente estamos aquí reunidos. De forma, aunque mejor te lo dice él, voy mejorando exponencialmente, mejorando muy rápido, más de lo esperado, aunque con calma.

-Por alusiones, ¿cómo está de forma?

-José Moreno: Él se moja poco, es siempre muy precavido. Lo más importante ahora… voy a decirlo de otra manera, lo secundario es la lesión que ha tenido. Lo principal era a nivel psicológico tras tres operaciones. Y encima de su motor, de su hombro. Por eso lo más importante es que estuviera bien psicológicamente. Y el otro día, tras una sesión de entrenamientos, le dije: ‘Nunca te he visto tan bien psicológicamente, tan bien preparado cómo ahora’. Quizás tenga algo que ver que él esté en su sitio, en su casa, tranquilo, que estemos llevando todo al pie de la letra como el médico nos ha indicado (tiene un cuerpo técnico en Madrid maravilloso). Estamos llevando todo con mucha calma, porque siempre se exige más de lo que debemos ir cumpliendo pasito a pasito. En ese aspecto tanto Sergio [Mógena] como yo estamos haciendo que trabaje con calma para que todo vaya perfectamente engranado. Físicamente está en un momento en el que no para de exigir, pero vamos con cautela.

-¿Cuál es la táctica a partir de ahora, qué trabajo se está haciendo, dónde vive ahora…?

-Sergio Mogena: Él vive ahora en el Centro de Tecnificación de la Ciudad Deportiva de Cáceres, como un deportista más, como estuvo ya hace unos años aquí.

-C.C.: Yo ya hice dos rehabilitaciones en la [Residencia] Blume que fueron lentas, con mucho quebradero de cabeza. Y al enterarme que me tenía que volver a operar llamé a Sergio Mógena y le propuse venir a Cáceres con él y con Perry para estar en casa, tranquilo, y prepararnos bien. Pedimos que nos dejaran estar en el centro de Cáceres, al que tenemos que dar las gracias porque me hayan permitido entrar a mitad de temporada. La intención era que nos dejasen trabajar todo lo que nos tocaba y en eso estamos.

-Pero cómo le iban a decir que no siendo un referente del deporte extremeño…

-C.C.: Al final todos somos iguales. Han hecho la excepción, pero no tenían por qué hacerla. Por eso hay que darles las gracias.

-¿Cómo le están preparando, cuál es el trabajo que están haciendo con César?

-S.M.: Vamos a entrenar todos los días y ahora a veces me meto en el agua con él para que no se sienta tan solo. Hemos pasado por distintas fases de entrenamiento. La primera semana…

-J.M.: Llevamos dos meses.

-S.M.: Sí, dos meses casi. Las primeras dos semanas le costaba bastante lo de meterse en el agua porque él recordaba todo lo que le había pasado con anterioridad. Es decir, lo de la Blume, lo que había tardado, los dolores. Y yo estaba esperando lo que pasó, que se tiró, hizo 25 metros y se puso a llorar. Cortamos y nos replanteamos lo que queríamos…

-Usted lo entiende bien, porque también es nadador…

-S.M.:Lo entiendo por eso y por eso ese día paramos. Desde ese día todo ha ido a mejor excepto un par de problemillas físicos por el trabajo de pies, porque estamos poniendo muchas aletas…

-J.M.: Porque son unos animales y ya está. No se puede estar haciendo pies como si no hubiera un mañana (risas). ¡Hace más pies que nosotros corriendo!

-Serafín Calvo estará llamando constantemente…

S.M.: Sí, tenemos un grupo [de Whatsapp] con el preparador físico de la Blume, Serafín, la psicóloga… Un equipo multidisciplinar.

-¿Cuántos son?

-C.C.: Está Serafín Calvo, que es mi entrenador de allí del centro [Blume]…

-J.M.: El jefe…

-C.C.: …El que manda (risas), el que nos lleva a rajatabla. El preparador físico de allí, que es Jesús; la psicóloga, Sandra. Y aquí en Cáceres Sergio, Perry, Rafa Castellanos y yo. Seis personas detrás de mí.

-¿Ahora sólo se dedica a la natación?

-C.C.: No, sigo estudiando. He hecho un pequeño parón…

-J.M.: Tiene un padrino (risas), está estudiando fisioterapia en la Universidad Camilo José Cela.

-C.C.: Al venir he hecho un parón de asistencia obligatoria a clase, que no de estudiar, ya que me sigo presentando a los exámenes. Me pasan los apuntes y me preparo como puedo.

-En lo de estar más animado, ¿qué influye además de lo de estar en casa como ha contado antes?

-C.C.: La clave es venirme aquí, a mi casa. Estoy rodeado de gente que me apoya y de amigos. Trabajar en un ambiente en el que estás cómodo cambia mucho a estar en un sitio donde estás más solo. Y al final suma todo. Y estar con mi gente suma más que tener grandes instalaciones.

-J.M.: Nunca hay que olvidar que César está aquí desde los 14 años. Para mí es como un hermano pequeño al que he visto crecer. Desde el primer día que lo vi hablando con su entrenador noté que tenía algo especial. Teníamos y tenemos una relación especial. Y no hay que olvidar que es un niño que con 16 años hizo una mínima olímpica, que es algo increíble.

-Parece que entre usted y Serafín han hecho una competición para ver quién le pone el adjetivo más grande al deportista…

-J.M.: Yo lo llamo el ‘keniata blanco’, pero ahora igual tenemos que cambiarlo por otro nombre, por el de un velocista… Es verdad que él aquí se siente muy bien porque está con los suyos, con gente que lo conoce perfectamente. Cuando se llega a estos niveles de élite -no podemos olvidar que estamos con uno de los mejores nadadores de España, es un animal- psicológicamente se tiene mucha presión, todo el mundo exige… y necesita la ayuda de quienes le entendemos, de los que lo cuidamos.

-¿Y hasta dónde puede llegar?

-J.M.: Va a llegar donde él ahora mismo quiera. Porque tiene capacidades para ello. De hecho va a empezar a dar noticias diferentes. No vamos a meternos tanto en los 1.500…

-¿Va a haber un cambio de estrategia?

-C.C.: Cuando me enteré de la nueva lesión hablé con Serafín para hacer un replanteamiento y no presionarnos con volver cuanto antes al 400. Desde hacía tiempo no me iba mal en el 50, el 100 y el 200, pero eran pruebas que hacía pensando en el 1.500. Por eso le plantee prepararlas como tal para ver qué conseguíamos. Y ahora el objetivo es preparame el 50, el 100 y el 200 para las olimpiadas.

-J.M.: ¿Quién puede decir eso?

-Es un cambio radical…

-C.C.: Un cambio a lo opuesto…

-J.M.: Es convertir a Gbrselassie en Usaint Bolt. Y quién va a hacer eso si no es un extremeño (risas).

-Y con las otras distancias, ¿qué va a pasar?

-J.M.: Es cambiar el volumen de entrenamiento que necesitaba y exigía para estar compitiendo en 800 y en 1.500. No es lo mismo prepararse para un 50, un 100 y un 200 que para un 1.500, que estaba nadando, cuando hizo mínima olímpica, una media de 17.000-18.000 metros diarios. Eso es una gran exigencia tras tres operaciones. Ahora hay que llenarlo de músculo, ahora mismo es como un esqueleto.

-C.C.: Nuestro objetivo después es volver a nadar 400, 800 y 1.500, en las que me encuentro más cómodo, pero de momento, para Tokio vamos con 50, 100 y 200.

-¿Asusta el cambio?

-C.C.: No, lo he cogido con muchas ganas.

-¿Cuándo va a volver a competir?

-C.C.: Ahí no me quiero mojar mucho. Depende de la evolución diaria, de cómo se vaya encontrando. El cirujano nos dijo hace dos semanas que podemos empezar a nadar poco a poco. En dos meses se cierra la cicatriz. Y a partir de ahí podré ir a más. Nos dejó caer que en tres meses podría estar compitiendo. A ver si puede ser así.

-J.M.: Sería un éxito que en tres meses estuviera compitiendo.

-S.M.: Yo creo que en agosto compite, yo sí me mojo.

-C.C.: En agosto, el Campeonato de España, puede ser una competición a marcar en el calendario.

-Si no hubiera tenido que pasar tres veces por el quirófano, ¿quién hubiera sido mejor, su amigo el madrileño Hugo González o usted?

-S.M.: César.

-C.C.: Somos compañeros de habitación, súper amigos. Y cada uno nada sus pruebas. El nivel es diferente, cada uno destaca en lo suyo. No lo sé. Hemos entrenado mil veces juntos y unas veces le he dado para el pelo y otras me he quedado a verlas venir. Es difícil de decir.

-¿Cómo es el camino para Tokio?

-C.C.: No tenemos camino. Vamos saltando paredes. El camino para unos Juegos se marca cuando acaban los anteriores. Pero debido a los tres años que he tenido solo ha habido baches, cambiar y coger mil rutas diferentes. Por eso no hay un camino como tendría cualquier otro deportista.

-¿Hubo un momento en el que pensó dejarlo?

-C.C.: Sí, y no solo una vez. El año pasado, con la segunda lesión, estando en la Blume me pregunté: ‘¿Ahora qué hago? Otra operación es pasar 6 meses de miseria, por decirlo de alguna forma’. Era difícil. Le pregunté a la psicóloga que qué hacía, si volverlo a intentar o irme para casa. Tomamos la decisión de intentarlo e ir paso a paso.

-Y su hermano Héctor, que también era nadador, ¿qué dice?

-S.M.: Ese era un hacha, ese sí que entrenaba…

-J.M.: Ese no se lesionaba… (risas)

-C.C.: Tanto él como mi padre siempre han sido los primeros en apoyarme y decirme que si no lo consigo, que no se diga que al menos no lo he intentado, que aunque me lesione, lo vuelva a intentar. Mi hermano me dice que estoy viviendo cosas que a él le hubiese gustado vivir… (se emociona).

J.M.: Y por eso lo vas a hacer.

-C.C.: Mi hermano siempre lo ha intentado y ha luchado mucho y me dice que no me rinda, que no deje de intentarlo así de repente.

-J.M.: Y no solo tu hermano, César. Ggracias a ti todos los que te rodeamos estamos viviendo cosas increíbles. Algo que me llevaré a la tumba fue el día de la mínima en Sabadell, fue una de las cosas más increíbles que he vivido deportivamente.

-¿Hasta cuando se queda por Cáceres?

-C.C.: En principio esta es la última semana que estoy por aquí. Me incorporo a la Blume después de Semana Santa. La progresión ya me permite nadar poco a poco y ya medio me obligan a irme.

-J.M.: Ya hemos el trabajo duro, ya está todo encaminado (risas).

-S.M.: Ahora queda el trabajo de Serafín.

¿Cómo tiene el hombro?

-J.M.: Hay que dar la enhorabuena al doctor que le operó. Hizo un trabajo bestial. Tiene la mecánica del hombro muy estable, que es lo importante. Tiene los hombros perfectamente armados y vamos a empezar a trabajar un poco más físicamente, ya que con las pruebas que queremos hacer se tiene que poner gigante. Trabajamos siempre con la regla del no dolor y la progresión es brutal. El hombro va a dejar de dar problemas, pero hay que tener la cabeza muy fría para no forzar…

-C.C.: Me mantienen atado con correas (risas).

-César, ¿cómo ve el nivel de la natación extremeña?

-C.C.: Creo, y no me equivoco, que tenemos un gran potencial. Mi primera mejor marca nacional la hice el primer año que entré en el centro, en los 400 libre, y este año me la ha quitado un extremeño [Alejandro Pulido]. ¿¡Qué mejor que las marcas se queden en casa!?