Un periodista de The New York Times le preguntó ayer en Pekín a Rafa Nadal por el Abierto de Estados Unidos. "Lo siento, pero no es el momento. Ahora quiero disfrutar del oro", contestó educadamente el ya nuevo número uno mundial del tenis. Otro periodista del Chicago Sun Times le inquirió si tendría a partir de hoy más presión, una vez se ha instalado en la cima, porque Rafa mira hacia arriba y no hay nadie. Si Rafa mira hacia abajo, está todo el circuito. Incluido Federer, el hombre que había establecido una dictadura tenística en los cuatro últimos años. "Yo ya era feliz siendo el número dos del mundo, esto no cambia nada. No tendré más presión por ser el uno", afirmó Nadal.

Desde hoy, al menos oficialmente, queda inaugurada la era Nadal, un joven de 22 años que ha irrumpido con tanta energía en el circuito que se ha llevado por delante a todos. No solo ha conquistado cinco Grands Slams (cuatro Roland Garros consecutivos y Wimbledon), sino que ha establecido una nueva manera de entender este deporte. Entiende el juego como una pura diversión, rehuye la presión, conecta con la grada, irradia naturalidad y espontaneidad en su tenis. Y en su comportamiento.

El primero y el último

Nadal vive cada partido como si fuera el primero de su vida, con el contagioso entusiasmo juvenil que desprende su juego. Y, al mismo tiempo, lo vive como si fuera el último de su carrera, como si en cada golpe estuvieran depositados años y años de experiencia cuando, en realidad, está en los inicios de su carrera deportiva. "Nada ha cambiado. Para mí, siempre es lo mismo. Solo se trata de ganar partidos. La presión será idéntica. Ya seas número uno o dos", dijo.

Satisfacción fue la palabra elegida. Nada de euforia, ni una alegría desmesurada se intuía en las palabras de un prudente Nadal, a pesar de que se acaba de convertir, ahora con los números en la mano, en uno de los deportistas más importantes del planeta.

Ha escalado con tanta celeridad que aterriza para quedarse mucho tiempo. Tras 160 semanas como número dos, ahora es el primero de la lista. Y Federer, que ocupó esa privilegiada posición durante 237 semanas, mira a Rafa con envidia. Porque tiene lo que él era antes y porque, además, duerme con algo que nunca ha conseguido: un oro olímpico individual.

Desde la abundancia, Nadal mira con respeto a Federer. Más que respeto, es admiración. Más que admiración es pleitesía. "No hay duda de que técnica y tenísticamente, Federer es el mejor", insistió el manacorí. "Para mí, ha sido el mejor de la historia, el más completo. Sigue siéndolo. Tiene una gran variedad de recursos. Me encantaría tenerlos", dijo Nadal con un inevitable punto de envidia sana hacia el tenista a quien destrona tras una temporada que él mismo ha calificado de "increíble". "Si Federer dice que puede mejorar, ¿cómo no voy a poder mejorar yo?".Esa increíble temporada que se podría calificar como el Nadal slam (Roland Garros, Wimbledon y oro en Pekín en un mismo año) no le deja tiempo ni para disfrutarlo. "¿Cómo voy a celebrar el oro? Pues me voy mañana mismo a Nueva York". Con su amigo Tomeu pasará los días previos al Abierto de Estados Unidos, mientras rememora su epopeya olímpica, a la que solo le ha faltado una cosa.

"¿Cómo voy a celebrar el oro? Pues me voy mañana mismo a Nueva York". "En mi foto con Phelps, yo salgo un poco de lado. Lo que ha hecho es admirable, es una monstruosidad. Representa los Juegos",