"Es una fuerza nueva de la naturaleza". Esa definición de Florentino Pérez podría cuadrar perfectamente si hiciera referencia a un jugador. Pero no, el presidente del Madrid hablaba de su gran apuesta personal para enderezar el rumbo de un equipo en caída libre. José Mourinho llega para salvar al Madrid, para darle títulos a cualquier precio, para cobrar 10 millones limpios por temporada, para no dar un paso sin su guardaespaldas y, lo más importante, para afrontar el reto de volver a hacer sufrir al barcelonismo.

Es el 10º técnico en siete años. Llega con el aval de haber logrado 17 títulos en nueves temporadas y en tres países distintos: Portugal, Inglaterra e Italia. Todo eso le convierte en un especialista. Alguien capaz de dejar en segundo plano a Ronaldo en el aspecto mediático. Lo demostró en la concentración de Los Angeles y, anteriormente, con la venta de su camiseta con el número 1 y su nombre en la espalda.

Es el jefe. Por encima de él, nadie. Si acaso, su gran mentor, el presidente, que le ha dado casi todos los caprichos. No mete goles, pero su liderazgo es incuestionable. Altivo y provocador, Mourinho llega dispuesto a crear un nuevo orden en el Madrid y a provocar un cataclismo en el Barcelona. Lo hizo en la final de la Champions y lo augura para esta campaña.

Ataques al Barça

Pese a su pasado azulgrana como ayudante de Van Gaal en el club catalán y a apuntar durante su presentación que no es antibarcelonista, él mismo se quitó la máscara al sentir más alegría por vencer al equipo de Pep Guardiola que por el título. "Me hizo más ilusión eliminar al Barça que ganar la Champions", declaró el técnico portugués. El día de su puesta de largo como nuevo entrenador tampoco se olvidó del conjunto catalán. "Es un gran rival, pero no tengo ningún miedo. Quiero construir un gran Madrid y no voy a pensar en el Barcelona", dijo.

Y se puso a trabajar de sol a sol. A las 7,30 de la mañana ya estaba en Valdebebas, de donde era el último en marcharse. Revisó todo, habló con todos los empleados, se metió en todos los vestuarios. Pidió camas para que los jugadores descansen tras la comida. Luego, en el tema deportivo, despachó a Guti con una sola frase. "El que dice que se va, no vuelve". Y el 14 aterrizó en Estambul. A Raúl le trató como el depositario de buena parte de la historia del club. Le invitó a seguir, pero con un papel más de extra que de estrella. Y Raúl, el mítico siete blanco, dejó el club tras 16 años para emigrar a Alemania con el Schalke.

Desde el primer entrenamiento, el pasado 16 de julio, sentó sus bases. Lo primero que le dijo a los jugadores fue que el club está por delante de todos, incluido él mismo. Luego entró en asuntos más domésticos hasta completar un decálogo de medidas. "El que llegue tarde, no entrena y, por tanto, no juega. No se espera a nadie. El autocar arranca a una hora determinada falte quien falte. Se puede hablar por el móvil, pero sin musiquitas". Mourinho dixit .

Un desafío a su medida

Desde el primer día, el balón reinó sobre el césped de Valdebebas. Verle dirigir una sesión puede resultar casi tan cansado como participar en ella. Incapaz de permanecer quieto más de unos segundos, corrige, habla sin parar, anima y aprieta a los jugadores durante los 90 minutos de cada sesión. Ni uno más, ni uno menos. Tanto que no permite a nadie quedarse para hacer disparos o, simplemente, juguetear con el balón. Luego va a su despacho y observa vídeos del ensayo de algunos jugadores.

"Este es un desafío hecho a mi medida", mantiene Mourinho, seguro como pocos de cambiar la dinámica del equipo. Eso sí, avisa de que sus métodos suelen dar resultados en la segunda temporada. Su sistema se basa en la presión asfixiante para robar el balón y salir al contragolpe con muy pocos toques. Para ello le da igual que jugadores como Etoo se peguen a una banda si así lo exige el guión. Mourinho alternará su 4-3-3 con el 4-2-3-1. Pero, números aparte, su idea es seguir coleccionando títulos. Tiene cuatro años por delante, aunque dispone de una cláusula para poder irse cada temporada. Nada indica que Florentino deje escapar a su hechicero, del que espera varios milagros de manera inmediata.