Una de las preocupaciones más recurrentes del Comité Olímpico Internacional es que las obras de las distintas instalaciones olímpicas estén listas con puntualidad.

Basta recordar a los obreros trabajando a contrarreloj e incluso en tres turnos en las vísperas de los Juegos Olímpicos de Atenas en el año 2004 o las goteras del Estadio Olímpico de Montjuïc en vísperas de la jornada inaugural de los JJOO de Barcelona en 1992. China era una baza segura en ese sentido: el frenesí por la actividad constructora levanta los edificios a ojos vista en todo el país. El COI tuvo que pedir a las autoridades del gigante asiático que bajaran el ritmo para que los estadios no parecieran viejos el día de su inauguración.

Las treinta y una instalaciones olímpicas, doce de las cuales son de nueva creación y moderno diseño, hace meses que están listas. Algunas de ellas perdurarán en la memoria. Serán en ese sentido unos juegos ejemplares para el resto del mundo y de las obras de gran envergadura. Las autoridades chinas recurrieron a los arquitectos más vanguardistas para encargarles las obras más emblemáticas para unos Juegos Olímpicos en los que esperan dejar muy alto el listón para futuras sedes olímpicas.

Al Estadio Olímpico o Nido de Pájaro --como ya se lo conoce--, diseñado por la firma suiza Herzog & De Meuron, le dan forma unas alambicadas estructuras metálicas que se asemejan al nido de un pájaro, de ahí su sobrenombre. Al lado se sitúa el complejo que acogerá la natación con distintas piscinas. También se conoce este complejo como Cubo de Agua, con una armadura de acero recubierta de una membrana de plástico en forma de burbuja.

Pekín concentra buena parte de la arquitectura más audaz de la actualidad. Lo primero que verán los visitantes desde el aire será la forma de dragón de la nueva terminal del aeropuerto internacional, obra del británico Norman Foster. Impresiona por igual el Gran Teatro Nacional, más conocida como el Huevo, o la nueva sede de la televisión pública china, un edificio imposible de Rem Koolhas formado por dos eles invertidas y unidas en su extremo más alto. A cambio de esos edificios impactantes, Pekín ha sacrificado buena parte de su casco viejo y la parte más histórica de la ciudad.

Pekín ha renovado en los últimos años su anticuada tropa de taxis por vehículos modernos que no contaminan y ha ampliado las líneas de metro. Unas 8.000 trabajadores a diario limpiarán los lavabos públicos, tradicional fuente de anécdotas de los turistas más refinados. La policía ha extremado el control de vendedores ambulantes y prostitutas, como es norma olímpica.