Quizás no fue el mejor del partido que el domingo su equipo, el Cáceres, le ganó al Breogán (74-65), pero su actuación tuvo un enorme mérito, sobre todo en la segunda parte, cuando el choque se había puesto cuesta arriba. "Otro en las mismas circunstancias no hubiese querido jugar ni de broma", afirmó luego su entrenador, Carlos Frade . Pero no debe extrañar que Olayesi Ashalou --Olu, como le conocen todos-- pidiese saltar a la cancha. O más bien lo exigiese, porque él es un poco así, como cuando coge el balón debajo del aro y, efectivamente, exige meter canasta. Por lo civil o por lo criminal.

En estos meses se ha ganado a la hinchada con sus mates y tapones, sí, pero también por su personalidad, siempre dispuesto a la broma y a la integración. "Mi español... va más o menos", chapurrea. Lo suyo debe estar siendo una confrontación cultural: de padres nigerianos, nació y creció en Toronto y estudió en Estados Unidos, donde se hizo un nombre en la Universidad de Oregón. Pero esta es su primera experiencia profesional, en Europa. Pase lo que pase hoy, la ha saldado con nota.

Y eso que es un jugador heterodoxo, casi de dibujos animados: su medición oficial es de 1,99, pero algunos dudan de que llegue al 1,96. Y eso es un serio hándicap para un interior, un puesto donde la estatura es muy importante. Pero él lo compensa con un terrible capacidad de salto y una fortaleza a prueba de bombas... que no de árbitros. Los colegiados le han amargado en muchas ocasiones los partidos, demasiado estrictos en los contactos que él realiza y laxos en los que realizan con él.

En su emparejamiento con Manu Gómez ya han saltado chispas en más de una ocasión. Incluso en un equipo tan 'coral' como el Cáceres, pocos dudan de que las opciones de llevarse esta noche la eliminatoria pasan por que esté lo máximo recuperado posible de la tendinitis que arrastra.

A Olu le encanta Cáceres como ciudad y dice sentir el cariño de su gente. Es utópico imaginarle rechazar un autógrafo o chocar la mano de un niño. De España, le ha gustado mucho Madrid. Eso sí, lo que no entiende en absoluto es la forma de aparcar de los españoles. "Ponéis el coche en cualquier lado. Esto en América no se permitiría", destaca. El maltrato que él realiza de los aros también debería estar sancionado.