No es el único, pero hay un periodista que, en cada ocasión que tiene en los encuentros con Rafa Nadal tras sus partidos en el Abierto de Estados Unidos, pregunta al de Manacor por la significación que tendría para él ganar el próximo domingo en la pista central de Flushing Meadows y sumar así no solo su noveno título de Grand Slam, sino el primero de Nueva York, con el que completaría los cuatro grandes en su palmarés. Siempre Nadal le contesta igual, y ya hasta bromea con la fijación en la pregunta. "Completar los cuatro grandes no es un objetivo real ahora, no es una obsesión".

El número uno esquiva con elegancia continuas preguntas como esa, o las que tratan de que él mismo identifique su lugar en la historia (±hablar de la historia cuando uno tiene 24 años y unos meses y está jugando es difícil, ¿no?O). Pero ni mucho menos quiere decir que Nadal no ansíe darle un bocado a la copa neoyorquina, un mordisco que está mucho más cerca de lo que soñó "hace siete años, seis o incluso tres". Hoy, Nadal se regocija en la felicidad de estar donde está; de verse en la tercera ronda de este Open después de sellar poco antes de la medianoche del viernes una victoria ante el uzbeco Denis Istemin con un 6-2, 7-6 (7-5), 7-5.

El mallorquín llegó a servir a 215 kms/h. "Llega Toni y todo está bajo control", bromearía después, cuando la prensa insistía en que explicara cómo ha conseguido mejorar tan visiblemente su servicio, algo que Nadal reconoce que le da "enorme confianza". Más complicado puede presentarse el que disputará ahora frente a Gilles Simon, un jugador al que reconoce un "talento impresionante".

Mientras, Albert Montañés mejoró su propio récord y se colocó por primera vez en la cuarta ronda de un grande tras la retirada por molestias en un abductor de Kei Nishikori, al que iba imponiéndose con comodidad 6-2, 2-1, para desesperación de los japoneses que convertían en una pequeña Tokio la pequeña pista 11 (maldita en esta edición como escenario de cuatro retiradas).