Once días de Mundial dan para mucho. Queda mucho por delante, pero hasta ahora, Alemania puede estar orgullosa de lo que se está viviendo fuera, en medio de un ambiente extraordinario, y dentro del campo. Apenas hay motivos de queja en cuanto a la organización, y los equipos han insinuado una esperanzadora tendencia a ser más ambiciosos y huir del fútbol especulativo de siempre.

Estadios llenos yfútbol a todas horas

Día sí, día también, Alemania es una fiesta. El Mundial se vive intensamente en todo el país, más allá de la espectacular imagen que ofrecen los estadios. La disposición de pantallas gigantes en todas las ciudades --la de Fráncfort, en medio del río y con gradas para 7.000 personas-- genera constantes movilizaciones de aficionados. La FIFA confirmó ayer que el 100% de las entradas están vendidas y que los pocos asientos libres que quedan son de devoluciones de última hora de los patrocinadores. Si se ponen a la venta a través de internet, vuelan en pocos minutos sea para el partido que sea. El Túnez-Arabia Saudí, por ejemplo, concentró en Múnich a 66.000 espectadores, la capacidad máxima del estadio.

A pesar del celo de la FIFA y la personalización de muchas localidades, la reventa sigue funcionando, con precios por encima de los 1.000 euros. Hay quien espera al último momento, cuando ya suenan los himnos para rebajar ese precio. Con este método, un aficionado pagó 120 euros por una entrada vip para el debut ante Ucrania.

Más calidad bajo elmando de los grandes

Después de la ansiedad que acosa a casi todas las selecciones en el debut, el fútbol parece ir in crescendo en el Mundial. Ojalá. La segunda jornada ha elevado el nivel de juego y ha dejado algunos partidos para el recuerdo, con la soberbia