El vallista hispano-cubano Orlando Ortega disputa el lunes (19.05 horas) la primera de las tres carreras de 110 vallas que pueden llevarle a ondear la bandera rojigualda al aire acondicionado del estadio Kahlifa el próximo miércoles (final a las 22.00 horas). Ortega parte con la tercera mejor marca mundial del año, conseguida tras un cambio radical en su vida familiar y deportiva después de la derrota el pasado invierno en el Europeo 'indoor' de Glasgow.

Orlando significa 'aquel que da gloria a su país'. ¿Cuál es el país al que Orlando Ortega glorifica? Los cubanos de origen como el vallista Ortega, nacido en Artemisa, conservan su nacionalidad cuando obtienen la española, pero únicamente pueden representar a una bandera en competiciones internacionales. El ya hispano-cubano, segundo en los Juegos de Río 2016 en la final de 110 vallas, se acercó a la grada del Engenhao, el estadio olímpico construido donde antes se emplazaba un ingenio de azúcar, y alguien le ofreció una estelada cubana para dar la vuelta de honor por su medalla de plata. La rechazó y pidió una rojigualda, lo que inmediatamente provocó un torrente de críticas desde el otro lado del Atlántico.

Por carta de naturaleza

Ortega es el penúltimo atleta cubano nacionalizado "por carta de naturaleza", para mayor gloria del deporte español. En los Juegos de Londres 2012 fue sexto representando a la isla caribeña y tuvo que esperar los tres años de franquicia impuesta por la Federación internacional y el COI (para frenar la 'compra' de atletas por los países ricos) para competir como español. Qatar, sede de este Mundial, es precisamente uno de los países que más se prodiga adquiriendo talento deportivo. Su principal caladero atlético se sitúa en África oriental, Etiopía y Kenia. Las críticas al país del golfo Pérsico por este mercadeo son constantes. Excepto por la generosidad de los petrodólares y, en el caso de los cubanos, por la cercanía cultural, no hay tanta diferencia con un país de la UE como España.

Como Niurka Montalvo y Joan Lino en su día, el vallista, que creció entre cafetales en Artemisa, se siente tan español, o más, que el resto del equipo nacional. Educado en la utópica revolución castrista, Ortega muestra con fervor su nuevo patriotismo. En la adaptación a su nuevo país, el idioma y el pasado común ayudan. Y las becas. La nacionalización de atletas cubanos ha dado buenos resultados en general. Montalvo fue campeona del mundo por un centímetro en salto de longitud en Sevilla 1999 y Lino consiguió un redentor bronce para España en los Juegos de Atenas 2004.

La españolización de talentos africanos, sin embargo, no ha salido a cuenta en demasiadas ocasiones. Baste recordar los enredos de Glorie Alozie, Alemayehu Bezabeh o Ilias Fifa con el dopaje y el consiguiente descrédito para el deporte nacional, apenas escarmentado tras el escandaloso caso por dopaje con EPO del esquiador de origen alemán nacionalizado español Juanito Muehlegg, expulsado de los Juegos de Salt Lake City en 2002.

Cambio de aires

El plusmarquista español de 110 vallas no ha mejorado su marca desde su etapa como atleta cubano: 12.94 segundos en el 2015 en el parisino estadio de Saint-Denis, registro que le sitúa entre los 12 mejores vallistas de siempre. Tras residir en Madrid y Valencia, y después de su frustrante cuarto puesto en el Europeo de pista cubierta celebrado en Glasgow el pasado mes de marzo, Ortega hijo dejó de entrenar con Ortega padre y se ha mudado al Chipre de Antonis Giannoulakis, técnico del campeón de 60 vallas en Glasgow, Milan Traíkovits.

El cambio al otro lado del Mediterráneo le ha sentado bien al trotamundos hispano-cubano. Esta temporada solo tiene por delante a dos estadounidenses (Grant Holloway, el único que ha bajado de 13 segundos, con 12.98, y Daniel Roberts, 13.00). 'Aquel que da gloria a su país' ha ganado 12 de sus 15 carreras este año y con 13.05 en Lausana se ha situado a una sola centésima de su récord de España. Apenas un recuerdo si no consigue anotar en el medallero de ESP el próximo miércoles vestido con la camiseta roja.