La muerte sacude regularmente al mundo del motor para recordar dramáticamente que es un deporte de riesgo. Mejoran los cascos, los coches, las motos, las ambulancias, los helicópteros, los protocolos de reanimación… pero es igual. Siempre hay riesgo, y aún más latente, en la más aventurera de la pruebas, el Dakar, ese que se ha cobrado 67 muertos -25 pilotos y navegantes- en solo 48 ediciones. Cinco años habían transcurrido desde el último fallecido hasta que un nuevo zarpazo se llevó a Paulo Gonçalves, un portugués extrovertido, de 40 años, generoso, solidario, que casi gana en la categoría de motos el año del último triunfo de Marc Coma.

«Registramos una fuerte desaceleración en su moto, poco después Price pulsó el botón de alarma. El ‘heli’ llegó ocho minutos después, pero no pudieron reanimarle», explica David Castera, director del rally, que, de acuerdo con la caravana de la prueba, ha decidido cancelar la etapa de hoy de motos y quads en homenaje a este piloto tan querido. «Fuiste más amigo que rival. Me cuidaste durante todos estos años como un hermano. Recuerdo la inmensidad de horas que pasábamos solos en el desierto, cuidándonos a 100 metros el uno del otro, permanecerán siempre en mi alma», escribió Joan Barreda al final de una etapa que acabó ganando, la victoria más amarga de su carrera.

EL DOLOR DE SAINZ, MÁS LÍDER / «Sales a lo desconocido, cada kilómetro es nuevo por sitios inhóspitos, no hay un comisario a 10 metros, nadie para apagar un incendio, no hay un médico allí aunque llegan rápido», explica Carlos Sainz, vencedor de la etapa y más líder pero, sobre todo, y sus 57 años, un líder fuera de ella tras 13 ediciones, dos victorias y un doble campeonato de mundo de rallyes: «Somos conscientes del peligro porque en el mundo del motor nunca está todo bajo control». Fue el propio Sainz quien insistió a Alonso que «debía respetar mucho al Dakar». El madrileño sabe que el peligro acecha tras cualquier duna, cualquier roca y que la posibilidad de un accidente grave es muy alta en el desierto.

Alonso sigue a rajatabla la recomendación de Sainz. Los dos han visto morir compañeros a su lado. El fallecimiento de Jules Bianchi dejó muy tocado al asturiano, lo mismo que la muerte de Henri Toivonen en el madrileño durante el Rallye de Montecarlo de 1986, o los pilotos de moto que ha visto morir a su lado en el Dakar como Elmer Symons y Eric Aubijoux (2007) Pascal Terry (2009), Jorge Martínez Boero (2012), Eric Palante (2014) o el polaco Michal Hernik, en 2015, hasta ayer la última víctima entre 25 pilotos de un total de 67 fallecidos. Ninguna otra prueba ha generado más víctimas en los últimos 50 años.

«Fue mi rival, competimos muy de cerca de tú a tú muchos años y siempre lo deportivo fue lo primero. Nunca hubo reclamaciones ni antideportividad, siempre un caballero encima de la moto y es el recuerdo que me queda. Le doy mucho valor a eso, una sentida pérdida», recordaba con las lágrimas intentando salir de sus ojos Marc Coma, ahora copiloto de Alonso, pero ganador del Dakar en motos, justo por delante de Gonçalves.

La muerte siempre acecha cuando se rueda a una velocidad infernal por terrenos completamente desconocidos, sin más ayuda que algunas vagas notas del libro de ruta que marcaba nivel dos de peligro para esa zona de una etapa «demasiado rápida en mi opinión», reflejó Sainz.