RUBIN KAZAN - 1: Ryzhikov; Kaleshin, Salukvadze, César Navas, Bocchetti, Ansaldi, Ryazantsev, Murawski, Noboa (Natcho, min.88), Karadeniz (Martins, min.65) y Kornilenko (Sibaya, min.62).

BARCELONA - 1: Valdés; Alves, Piqué, Puyol, Maxwell, Mascherano (Messi, min.61), Xavi, Sergio Busquets, Pedro, Iniesta y Villa (Bojan, min.86).

GOLES: 1-0: Noboa, de penalti, min.30. 1-1: Villa, de penalti, min.60.

ARBITRO: Cüneyt Çakir (TUR). Amonestó a Salukvadze (min.40), Puyol (min.52), Ansaldi (min.74), Sibaya (min.80) y Piqué (min.90+1).

Queda postergada hasta el 7 de diciembre una de las grandes misiones que le quedan a este Barça. Anecdótica e insustancial, si se quiere, vistas las hazañas que ha logrado este equipo las dos últimas temporadas: ganar al Rubin Kazán de una puñetera vez. En una pesada molestia se ha convertido el campeón ruso que ayer, en el tercer enfrentamiento, supo frenar de nuevo a los azulgranas. Como en las anteriores ocasiones, ese ser superior al que invoca Kurban Berdyev echó una mano a los animosos tártaros para salir del césped con una sonrisa de oreja a oreja.

Los ruegos del técnico ruso surtieron efecto, y el Barça alcanzó el pitido final castigado por un punto de injusticia. Lo hizo todo menos ganar. La esperada victoria que busca desde el año pasado, esa simbólica proeza, la podrá abordar dentro de dos meses y pico en el Camp Nou, donde perdió la temporada pasada. Tendrá que rogar más para que le acompañe la suerte. Ayer volvió a darle la espalda. Empató a penaltis y a postes con su rival (1-1), a pesar de que dispuso de suficientes.

TRINCHERA No había huelga en Kazán, pero también hubo piquetes. En el césped del estadio, concretamente. Una colección de 10 futbolistas granates protegiendo la portería de un individuo vestido de amarillo y negro para que nadie pasara. Con la fortaleza del Kremlin divisándose por encima de la tribuna lateral, el asedio del Barça fue de los que hacen época.

Guardiola había destacado que el Rubin dominaba todos los registros del juego defensivo. Era, es, cierto. Pero los domina por el amontonamiento. Lo confirmaba la hoja de alineaciones que sirve la UEFA: cinco zagueros, cuatro centrocampistas y un punta, Kornilenko, sobre la divisoria del centro del campo. Aún fue más exagerado. Por momentos eran seis en la última línea y el armario bielorruso distaba 30 metros de su propio portero. Así desde una hora antes del comienzo hasta el final. El gol de Noboa no hizo más que acentuar esa descarada actitud conservadora.

Ante ese panorama, se deduce con facilidad cómo discurrió el duelo. Monótono y repetitivo, con el Barça volcado en la mitad de campo local, con sus jugadores cada vez más avanzados, antes y después del tanto del mediocampista ecuatoriano. ¿Cómo pudo adelantarse el Rubin? Muy fácil: un despeje fallido de Valdés que cayó entre sus defensas, un titubeo y el derribo de Alves a Kaleshin. El penalti y dos córneres fueron todas las incursiones del conjunto ruso, que remató al poste en el minuto 90, equilibrando así el travesaño que escupió el primer tiro de Pedro (m. 12).

GOL 400 Ninguna acción del Barça obtuvo el premio del gol, a excepción del penalti transformado por Villa, que obtuvo el premio de inscribir el gol 400 del club en la Copa de Europa.

El Barça ocupó todo el campo a lo ancho, como dicta el manual ante defensas ultracerradas, pero encontró muy pocos resquicios. Los suficientes, sin embargo, para marcar, pero careció de acierto. No lo tuvo Pedro. Ni Villa, ni Piqué ni tampoco Messi, que apareció en la última media hora para que obrara el milagro que se les negaba.

Más que un partido de fútbol, el juego se asemejó más a un duelo de balonmano.

Messi estaba esperando para salir en la banda, pero a pesar del gol, Guardiola no se echó atrás con el cambio que otro entrenador habría anulado. Era la última opción azulgrana. Solo del instinto, del talento, del argentino podía surgir la oportunidad definitiva. Tres veces apareció, pero tampoco el futbolista más estelar pudo contrarrestar la fe de Berdyev.