Si de algo se puede presumir en Extremadura es de ser una tierra de valientes. Parece que el hecho de explorar nuevos territorios es algo característico de extremeños a lo largo de la historia. En Europa no es extraño visitar cualquier gran capital, como Londres, Roma o París, y escuchar acentos familiares. Pero es menos común a 17.002 kilómetros, en Mackay en la Costa Este australiana, en donde Pablo Pérez Lluch lleva jugando al fútbol desde enero.

Allí, en la zona más tropical del continente australiano, cerca de las paradisiacas islas Whitsundays se gana la vida este joven futbolista de Jerez de los Caballeros. Pablo Lluch (11-04-1997), comenzó jugando en el Jerez, para pasar después en edad juvenil a La Cruz Villanovense, en la 2015-2016. El año siguiente entrenó con la primera plantilla en Segunda B y Manolo Sanlúcar le dio la oportunidad de jugar un partido en categoría de bronce, en el mejor Villanovense de la historia. El año siguiente, y con sólo 19 años, firmó por otro grande del fútbol regional, el Don Benito, con los que jugó diez partidos en la primera vuelta.

Entonces, en febrero, llegó una oportunidad única, coger las maletas para ir a jugar a la Segunda División de Australia, a un lugar que está tan lejos, que si te pasas de largo en lugar de alejarte más empiezas a volver. «Me lo ofreció mi representante, Álvaro Roa, y fue todo muy rápido porque me gustó mucho la oportunidad para venirme al extranjero y además el entrenador era español y eso ayudaba bastante», asegura el futbolista templario.

Pablo defiende los colores del Mackay and Whitsundays Magpies Crusaders United, equipo al que llegó cuando en su liga habían disputado dos partidos pero en el que pronto se adaptó y se ganó un puesto en el once. Cree que el nivel es parecido al de la Tercera en España. «Hay cuatro o cinco equipos que tienen muy buen nivel, con jugadores muy buenos y se acercan mucho a la Primera División».

AYUDA CERCANA / En su equipo su entrenador, Carlos García, también es español y es una ventaja para él, aunque tuvo que mejorar su inglés en tiempo récord. Al ser un lugar alejado de las grandes ciudades australianas es difícil encontrarse con muchos españoles y mucho menos con extremeños. «Viene mucha gente de Inglaterra, de Asia o de Japón. Hay dos árbitros, son los únicos españoles con los que me he encontrado, pero extremeños ninguno».

En la región de Queensland, en donde está Mackay, hay ocho horas de diferencia con España, otra de las cosas que tuvo que superar el jerezano cuando llegó allí. Pero poco a poco se ha ido adaptando al día a día de su nuevo club, vive con dos compañeros que le han ayudado mucho a adaptarse. «Me han ayudado mucho desde el principio, tanto para aprender inglés como en el día a día», asegura el futbolista extremeño. Una de las diferencias con el fútbol regional es la buena calidad de las instalaciones, a pesar de que en Australia en fútbol no es el deporte más seguido las instalaciones de los Magpies Crusaders serían la envidia de muchos clubs de Segunda en España. “El club tiene muy buenas instalaciones, entrenamos por las tardes. Los partidos son los sábados así que la rutina es diferente, entrenamos lunes, miércoles, jueves y viernes».

A falta de dos jornadas el equipo va cumpliendo con sus objetivos, la salvación. En estos momentos están a sólo un punto de conseguirlo en los dos partidos que les quedan para terminar el campeonato.

Una vez que termine la liga toca pensar el futuro. Lo primero será volver a España y buscar equipo aquí. Después ya se verá si puede volver a tierras australes: «Ya veré cómo van las cosas en España y si me sale algo interesante aquí, porque estoy muy contento y me gustaría repetir».

Pablo Pérez Lluch hace un balance muy positivo de esta experiencia. Cree que es una liga en donde están valorando muy bien su trabajo, tanto por el trato, como en lo económico. «Aquí el fútbol no es el deporte más importante, pero a mí me han valorado mucho, creo que es porque en España vamos algunos pasos por delante en el fútbol».

PARAÍSO AUSTRALIANO / La región costera de Queensland es de las más turísticas de Australia, su cercanía con las Whitsundays y el clima casi tropical convierten a esta zona en una de las más visitadas por los amantes de las playas y de la naturaleza. El buen tiempo convierten al lugar en un sitio al que es fácil adaptarse. «Aquí en Mackay se vive bien. Cuando llegué estábamos en verano y hacía más calor, pero ahora mismo estamos en invierno y uso pantalón corto y manga corta todos los días», confirma.

Eso sí, hay que conocer bien el lugar en donde se está porque en estas playas de postal a veces hay visitantes extraños con los que Pablo ha tenido la suerte de no coincidir, de ahí que se bañe con cuidado: «Dicen que hay tiburones por todos lados, así que intento no meterme muy adentro en el mar. Aquí hay sitios muy bonitos, con playas por donde pasan canguros, que son muy inocentes, no son boxeadores como muchos piensan».

Después de varios meses echa de menos muchas cosas de España, pero hay una que como buen español emigrado echa de menos más, la comida. «Sobre todo la comida. Vengo de un sitio de donde la comida es muy buena y el jamón es muy bueno y eso se echa de menos».

Se ha atrevido a ir a donde ningún extremeño había ido antes a jugar al fútbol, a las antípodas. Quizá se ha aplicado a sí mismo la misma frase que el capitán James Cook, descubridor de estas tierras a finales del siglo XVIII. «La ambición me lleva no sólo a donde ningún hombre ha ido antes, sino a donde creo que es imposible que un hombre vaya».