Igor González de Galdeano, el director del equipo Euskaltel, lo advertía bajo las torres venecianas de la plaza de Espanya de Barcelona: "A ver quién es capaz de aguantar hoy el ataque de Contador". Nadie fue capaz. Como tampoco nadie más oso atacar. Solo Cadel Evans se movió, pero pronto desistió cuando vio que apenas lograba enfilar el grupo.

El viento de cara en algunos tramos, la ventaja de los fugados que hacía que no estuviera en juego el triunfo de etapa... Cada uno tendrá sus motivos. "Hay que ser paciente, queda mucha carrera", argumentaba Carlos Sastre. Viciados aún por siete años de ataques de Lance Armstrong que sentenciaban la carrera en el primer final en alto, cuesta entender que este Tour acaba de empezar.

Ni el ataque de Contador --por más que Armstrong asegure que le cogió a contrapié-- ni la paciencia de Sastre fueron una sorpresa. Los dos tenían motivos para hacerlo. Contador necesitaba demostrar que es el líder del equipo Astana por el que que sacrificar las demás piezas.

Y Sastre, que ganó el Tour del 2008 en el tramo final, clavando la estocada en Alpe d´Huez y defendiendo el amarillo en la contrarreloj final ante Evans, tiene razones para encomendarse a la misma estrategia. "Mi táctica hoy era no moverme. Mi Tour empieza en la tercera semana. El Astana está ahora muy fuerte y hay que correr con cabeza".

"Van como motos"

Y la cabeza, cuando el grupito de favoritos anda comandado por cuatro o cinco corredores del equipo rival, dice que es mejor dejarlo para otro día. "Están como motos, ves que se va reduciendo el grupo pero siguen tirando unos cuantos y muy fuerte", reconocía Oscar Pereiro. Tanto que algunos pudieron ir casi en carroza. "Yo he podido hacer cinco kilómetros y luego me ha cogido el relevo Popovych, hasta que ha atacado Alberto", explicaba Haimar Zubeldia.

Es decir, que el Astana aún tenía tres balas en la recámara: Klöden, Leipheimer y Armstrong. ¿Ejercerán de gregarios de Contador en caso de que el de Pinto lidere con claridad la general? Es la gran incógnita de este Tour. Por si acaso, Zubeldia apuesta por la diplomacia: "Nos hemos quedado otra vez cerquita del amarillo, pero no tiene por qué ser malo. El domingo habrá un equipo que tendrá que defender el liderato. Las cimas están lejos de meta. El equipo está fuerte, pero nunca se sabe cuándo vas a necesitar que te echen una mano".

¿Cuánto durará la paciencia de Sastre? Acumula 2.46 minutos de retraso sobre Contador. El abulense confía en su equipo --"es un bloque en construcción, pero va a funcionar"--, pero no es el Astana ni su CSC del 2008.

Adiós a Cataluña

Au revoir, Tour de France. Así y en francés como se merece la gran carrera ciclista que ayer se despidió, otra vez aclamada por las masas, de tierras catalanas. El Tour dejó Cataluña y siguió su camino, ayer, hoy y mañana en los Pirineos. El Tour cruzó la frontera andorrana y lo hizo con una afición catalana que se dejó seducir por el número uno en la facultad de la ronda francesa. Alberto Contador es un ídolo, que nadie tenga dudas, y ampliará su impacto mediático si sigue con su afán de atacar en la montaña, tal como hizo ayer en Arcalís, y de pelear por un jersey amarillo que hoy puede obtener en la ruta entre Andorra y Saint Girons.

Ayer, de buena mañana, el cielo se había propuesto intentar arruinar de nuevo la fiesta del Tour. La grande boucle hizo madrugar a los barceloneses y pobló el Paseo de Gràcia de centenares de oficinistas, con sus trajes, pero también con el ánimo de no perderse el paso de la carrera, porque a la mayoría de ellos, sus padres o sus abuelos les contaron que hace 44 años la prueba visitó la ciudad por última vez.

500.000 personas, impresionante, se echaron durante dos días a las calles de la capital catalana. Ayer también fue magnífico e impactante el paso de la carrera por poblaciones de la comunidad catalana.