Va a llegar un momento, si en realidad no lo ha hecho ya, que el nivel de exigencia futbolística va a traspasar el umbral de lo imaginable e incluso de lo sano mentalmente. El paroxismo resultadista ha alcanzado su cénit por aquí, por nuestra comunidad, por ese Extremadura que tanto respeto ha generado desde hace más de un año, cuando se hicieron cargo de él empresarios so promesa de intento de subir a Segunda División, cuando menos.

No me gusta, en cualquier caso, que se haya caído en una deriva peligrosísima, con una imposición de necesidad de ascender a la categoría de plata, para lo que no se ha reparado en gastos, lo cual no critico, pero sí advierto. El fútbol, tan caprichoso él, te puede atizar palos de los que hay peligro de no recuperarse. Y, a veces, se muere en el intento. En Almendralejo y en Mérida me entienden bien los que tienen cierta edad.

Me disgusta, casi enerva si no fuera por los años de experiencia que acumula uno, lo que ha ocurrido en los últimos días con el entrenador azulgrana. Durante una semana ha estado prácticamente cesado Manolo Ruiz por cuatro resultados consecutivos no favorables tras una excelsa racha en positivo.

Cosas del fútbol, en fin, pero uno piensa en lo que ha estado pasando este técnico, que el sábado, tras el 4-0 al Écija, dio la enhorabuena, uno a uno, a sus futbolistas porque «ellos se jugaban mucho y yo todo». Pues estimado Manolo: tú estabas sentenciado y, por lo que sea, no has sido ya relevado. Tu papelón ha sido de órdago. Es más, estoy seguro que tú lo sabías y que has tenido que hacer de tripas corazón para no alzar la voz.

Estoy plenamente convencido que lo que te pedía el cuerpo es dar un portazo, pero también sé que tienes una familia. Para mí, qué quieren que les diga, a Manolo Ruiz le han ninguneado. ¿Y ahora qué van a hacer contigo?