Han trabajado en silencio. Detrás de las paredes del vestuario. Esperando un partido, un puñado de minutos, una exigua oportunidad. Ninguno ha levantado la voz. Agachaban la cabeza y a seguir. Sabían, ambos dos, que llegaría su momento. Y la luz se encendió en octubre.

Si para alguien fue especial el partido de ayer fue para dos jugadores que han vivido una historia muy parecida en este arranque de campeonato: Willy y Cristian. Relegados a la suplencia, incluso a las no convocatorias, ayer fueron las grandes sorpresas en la alineación de Manuel y, a la postre, los dos héroes con sus golazos del triunfo del Extremadura.

«Me hace muy feliz este partido. He tenido que trabajar muy duro y en silencio esperando esta oportunidad. Y al final ha llegado. Estoy muy contento», decía todavía emocionado el capitán del Extremadura tras el partido. Willy casi rompe a llorar en su celebración sobre el campo. Se acababa de quedar el Elche con diez cuando David Rocha tocó la flauta con centro celestial perfecto que el Búfalo de Torremejía remató con el cuerno del gol entre ceja y ceja.

Willy, ese hombre que vive siempre entre la diana y el jardín. Un hombre que no deja indiferente, pero al que nadie le ha regalado un sólo centímetro de la altura a la que ha llegado. El gol, no sólo premia su trabajo, sino a su insistencia y constancia, a su coraje y valentía, y a su corazón azulgrana, el más puro del ADN que el club quiere impregnar a los suyos.

El delantero desveló un secreto tras el partido: «Hoy he subido una historia a Instagram y Enric Gallego me ha mandado un mensaje diciéndome que tenía el presentimiento de que hoy sería mi día. Le doy las gracias porque los amigos están siempre ahí», relataba el voluntarioso punta azulgrana.

También Manuel confesó en sala de prensa que, antes de salir al terreno de juego, «le di un abrazo a Willy cargado de energías para ver si era el partido de su gol. Y así ha sido», apuntó el entrenador en sala de prensa.

Pero si Willy ha tenido que pelear duro para agarrar minutos, más aún Cristian, que ni siquiera había debutado en competición. Algunos se frotaban los ojos cuando lo vieron en el papel de las alineaciones y, después del encuentro, algunos otros también se lo frotaban tras ver su descomunal partido. Jugó entre el extremo y el interior, redondeando un gran envite con un chut poderoso que significó el gol de la tranquilidad.

Mención especial tiene la afición del Extremadura, que a pesar de la hora y la jornada laboral casi roza los 7.000 aficionados en el Francisco de la Hera. Valientes de verdad algunos venidos de La Serena o La Siberia, con casi 300 kilómetros en un martes de trabajo. La locura azulgrana ha vuelto. Los valientes vuelven a levantarse. Aunque, en realidad, nunca cayeron.