Es sábado y temprano suena el despertador. Sin duda, el día más feliz de la semana. Con chándal y la ayuda de su inseparable cuidadora recorre los 60 kilómetros que hay entre El Valle de la Serena y Villafranca de los Barros. Destino, colegio San José. Allí se instala una de las sedes del centro de formación deportiva Pebetero, donde se cumple un sueño sin barreras: el de ser entrenador. Más de ocho horas de curso que, para Iván Gómez, de 33 años, saben a pura vida. Su silla de ruedas no está reñida ni con su gusto por el 4-4-2, ni por el marcaje en zona que plantea en los saques de esquina ni por su afecto a la rigurosidad táctica. Allí, en las aulas, es uno más. Y sobre el césped, también. Un accidente de tráfico cambió su rumbo cuando tenía 17 años, pero no su pasión: el fútbol.

Todo sucedió una noche de viernes en las carreteras del País Vasco. Iván, nacido en San Sebastián, regresaba a casa con cuatro amigos cuando el coche se salió de la calzada. La peor parte fue para él. Un golpe atroz que le petrificó en silla de ruedas para siempre. Una tenue luz se abrió en su camino cuando en Toledo, un tratamiento con células madre le daba esperanzas para volver a andar. Pero no fructificó. Su madre decidió entonces cambiar de aires. Dejó el trabajo para dedicarle atención absoluta y marcharon a casa de su familia, en el Valle de la Serena. En las Vegas Altas, Iván se rodeó de guías del Marca , de simuladores como el PC Fúbol y de todo lo que giraba al concepto de entrenador.

OPORTUNIDAD "Lo mío es una obsesión. No quise ser nunca jugador porque era malo. Siempre quise ser técnico. Todavía me recuerdo con las guías y los equipos de Segunda B, haciendo equipos propios. Y ahora lo estoy viviendo". Pero ha sido un camino complejo. "Hace unos años llamé a la Federación Extremeña y pregunté por los cursos. Me dijeron que en silla de ruedas no podía ser entrenador. Me quedé bloqueado". Le alegaron la imposibilidad de hacer primeros auxilios y desistió ante varios intentos.

El pasado verano volvió a intentarlo. Alguien le había hablado de Pebetero y de su formación homologada por el ministerio. "Hablé con Manuel Hernández y me pusieron todas las facilidades posibles". Iván no puede escribir, aunque puede utilizar el teléfono móvil. Las clases teóricas están preparadas con proyector y los exámenes son tipo test. En la práctica, sus tutores hacen de escritores y le permiten utilizar las nueva tecnologías. Pero nada más. "Me exigen igual que los demás. Yo nunca he intentado dar pena ni que me arreglen la vida por estar así. Quiero aprender. Como los demás. Ser igual que ellos". Y así comparte clase con actuales jugadores como Ruano (Extremadura), Fernando Carmona (Azuaga), exfutbolistas como Ruiz y otros muchos aspirantes a ser futuros entrenadores. Uno de sus compañeros, Antonio Miranda, lo tiene claro: "No es que solo sea uno más, es el que más mérito tiene, un ejemplo para todos".

Pasional y vocacional, no es extraño verle cada domingo por los estadios de la región. Normalmente, en el Romero Cuerda, siendo fiel seguidor del Villanovense. Pero ojo, de los que saben. "Me gusta utilizar el 4-4-2 y un estilo ofensivo alegre como el de Pastelero. Pero sin duda, me quedo con Agustín Izquierdo, tácticamente uno de los mejores entrenadores que he visto". Curiosamente, Izquierdo era su profesor de táctica en el segundo cuatrimestre, pero acaba de firmar por el Badajoz. "Estoy disgustado con este tema", confiesa. No le faltarán buenos consejos. Expertos como Tinín, al escuchar una reciente entrevista en Radiogolex, le hicieron saber su predisposición para algún encuentro.

FUTURO Rotas las barreras, Iván está decidido a ser entrenador. Incluso reconoce tener ya algunas ofertas. "Me han salido cosillas para dirigir a niños, aunque ahora quiere obtener el nivel primero y después hacer el segundo". A este joven donostiarra no le importa ser mediático. "Me importa ser feliz. A la gente que está como yo hay que decirles que tienen una vida como la de los demás. Con sentimientos y pasiones. La mía es el fútbol. Y ahora estoy cumpliendo ese reto que tantas veces soñé". Y es que mientras la vida le pone obstáculos, Iván está decidiendo sus límites.