Goodbye, Formula One". La despedida la proclamaba ayer así, sin ningún tipo de chicane que la ralentizara, Bob Kravitz, columnista del Indianapolis Star, el principal diario de la ciudad donde este deporte, mirado con apatía en EEUU, intentaba echar a andar desde hace cinco años y donde el domingo esos pasos se frenaron en seco. Nadie puede decir si, después de la controvertida y frustrante carrera disputada por sólo 6 de los 20 bólidos esperados, la F-1 volverá al Indianápolis Motor Speedway, catedral automovilística de EEUU. Pero muchos coinciden con Kravitz: "Esta carrera está acabada. La banda de la F-1 ha perdido toda su credibilidad con el mercado estadounidense y ha destrozado todas las relaciones que necesitaba entablar para hacer que esto triunfara".

UNA HERIDA GRAVE Sin llegar tan lejos, pero reconociendo que la herida es tan grave como para poner este deporte en coma en EEUU, habló Joie Chitwood, presidente del circuito de Indianápolis. "Sin duda lo que ha ocurrido será un importante paso atrás en todos nuestros esfuerzos y todos los avances que habíamos hecho para introducir este deporte en EEUU", dijo el domingo. Sus palabras no sólo analizaban lo ocurrido, sino que también servían para contraatacar al patrón de la F-1, Bernie Ecclestone, que había criticado a Chitwood y a otros responsables del Brickyard por lo que considera una promoción insuficiente del deporte en EEUU.

Chitwood explicó que no hay compromiso para devolver la F-1 a Indianápolis el año que viene. "Necesitamos evaluar nuestra posición y es lo que vamos a hacer los próximos días", dijo.

QUEJAS A modo de autodefensa, tanto él como Tony George, el consejero delegado del circuito, aseguraron que ellos no tenían control sobre la carrera y apuntaron a los tres protagonistas de este laberíntico negocio-deporte-espectáculo que sí disfrutaban de ese control: la Federación Internacional de Automovilismo, Fórmula Uno y Michelin. En un comunicado en la página en internet del circuito de Indianápolis, George ofreció las direcciones de esos tres organismos y empresas animando a los fans a dirigirles a ellos las quejas. También insinuó que reclamará a Ecclestone la devolución de los 30 millones de dólares que le ha cobrado por la organización de la carrera.

No ha habido oferta inmediata para reembolsar las entradas a los cerca de 130.000 espectadores de la carrera, cuyo precio medio era de 100 dólares. Mientras, responsables del Gran Premio de Cleveland, prueba de las series mundiales Champ Car patrocinadas por Bridgestone, anunciaron que las entradas del domingo servirán para acceder a su carrera, el próximo 26 de junio.

El periodista Curt Cavin piensa que de un solo brochazo la carrera dejó sin resquicio de glamour a este deporte en un mercado vital. "Después de haber barajado planes de expansión en Las Vegas y Nueva York, el futuro de la F-1 en EEUU se ve mucho menos prometedor", escribió Cavin.