Dos victorias más. Esas tres palabras escritas ayer en la pizarra del vestuario de los Lakers, justo al acabar el encuentro, el mismo día en el que la final de la NBA se trasladaba al Boston Garden, da la dimensión real de lo que supuso el triunfo del equipo de Los Angeles en la pista de los Celtics (84-91). Los Lakers dieron un paso de gigante en su propósito de repetir el título de campeón.

Con una actuación determinante de Derek Fisher, que anotó 11 de sus 16 puntos en el último cuarto, todos construidos en acciones individuales y en momentos claves, los Lakers recuperaron la ventaja de cancha y se avanzan 2-1 en la serie.

PRONOSTICO FALLIDO Como mal menor, los jugadores de Phil Jackson saben que, aunque pierdan los dos próximos partidos en Boston (el próximo hoy mismo, 2.00, Canal+, el siguiente en la madrugada del domingo al lunes), la eliminatoria no se acabará en el TD Garden. Tras ganar el domingo en Los Angeles, Paul Pierce, la estrella de los Celtics, aseguró lleno de optimismo que la final no volvería al Staples. Pero los Lakers van a dejarlo por mentiroso.

Fisher, un veterano base de 35 años, uno de los pocos amigos íntimos de Kobe Bryant, con el que comparte el número de anillos de campeón (cuatro) fue el que se encargó de hacer el silencio en la vociferante grada del Boston Garden, algo que roza lo sobrenatural.

El base de los Lakers, al que no han parado de buscarle sustitutos en la prensa estadounidense desde que empezó la temporada a causa de su edad, dejó una nueva muestra de su carácter, sobre todo en un contrataque que culminó con canasta y tiro libre adicional, a falta de 48 segundos, superando la oposición de Allen, Garnett y Glen Davis. "Me encanta lo que hago y, sobre todo, me encanta ayudar a mi equipo a ganar", explicó con pasión Fisher ante las cámaras.

"Fisher es el alma y el corazón del equipo, nada menos que eso", dijo Kobe Bryant, alejado ayer del papel determinante de los dos primeros encuentros.