El 90% de lo que sabemos de F-1 lo sabemos gracias a Pedro Martínez de la Rosa (Barcelona, 1971). Porque ha sido nuestro lazarillo por la F-1. Muchos han mirado su DNI a la hora de contratarlo pero, como él cuenta, "hay pilotos que ni a los 40 están preparados para pilotar un F-1 y otros que con 18 ya están listos". Está orgulloso de su etapa de profesor F-1 , pero dice que su deporte evoluciona tan rápidamente que tiene la sensación de no saber nada.

--Usted es de los pocos pilotos que se suben a un F-1 sin llevar un maletín de dinero bajo el brazo. ¿Qué es lo que le hace tan bueno?

--No estoy especialmente orgulloso de haber llegado a Sauber sin ese maletín de dinero al que usted se refiere y que, a menudo, llevan otros pilotos o jóvenes valores que tienen, sí, un patrocinador fuerte. Le diré que ese dinero, que ojalá llegue, nos haría más fuertes pues nos permitiría evolucionar el coche a lo largo de la temporada, algo vital si queremos conseguir nuestra meta, que no es otra que codearnos con los mejores, pues no descarto nada. Leálo bien: nada. Pero, sí, me siento muy orgulloso de que Peter Sauber me haya dado un volante de F-1 sin tener un gran patrocinador detrás. Yo soy mi patrocinador. Bueno, mi experiencia es mi mejor patrocinador. Ese es el maletín que aporto a Sauber.

--Soñaba con volver a pilotar...

--No del todo. Yo estaba muy feliz donde estaba. No hay nada como McLaren. Bueno, sí, Ferrari. Así que no estaba dispuesto a regresar de cualquier manera. No quería ni tenía necesidad. Es más, hasta que no me llamó Sauber rechacé varias ofertas. De modo y manera que puedo decir que regreso para divertirme con un coche ideal, perfecto.

--El objetivo prioritario es...

--Volverme a sentir piloto. No defraudar a los que han confiado en mí. Divertirme, sobre todo divertirme. ¿Y cómo se divierte un piloto? Pues, sencillamente, luchando, peleando, poniendo a punto su coche, sintiéndote parte de un equipo, preparándote a conciencia técnica y físicamente, compitiendo contra ti y contra los demás y, sobre todo, haciendo partícipe de tu pelea a todo tu equipo. Eso es el deporte y eso es la F-1. Lo más hermoso de la competición es su preparación, porque significa un gran reto personal y colectivo.

--¿Y qué es lo peor de la F-1?

--Lo que menos me gusta de la F-1 son las excusas. Este es un deporte repleto, plagado, de excusas. Las excusas me molestan en la vida y me duelen, y mucho, en mi deporte. Sería fácil decir que si no he llegado arriba es por tal o cual cosa. Pues no, algo habré hecho yo mal para no haber llegado antes más arriba. En las carreras ocurre lo mismo. Quiero competir y trataré de no buscar excusas si mi rendimiento no es el adecuado o el que se espera de mí. Hasta ahora me preparaba como un animal y acudía al circuito deseando --lo reconozco, sí-- que alguno de los pilotos de McLaren sufriese algún percance que le impidiese correr para coger yo su coche. Ahora pelearé por ganar.

--¿Qué le ha hecho ser tan constante y, sobre todo, por qué ha rechazado las múltiples ofertas que ha tenido para correr en otras disciplinas?

--Siempre creí en mí, siempre pensé que tendría una nueva --me niego a decir que es la última-- ocasión para correr en F-1. Respecto a la posibilidad de correr en otra disciplina, le voy a decir algo que, espero, no le suene a pedante: cuando pruebas un F-1, cuando compites en F-1, cuando ponen en tus manos un F-1, no quieres conducir otra cosa. Si hubiese corrido con otro coche, en otra categoría, la F-1 me habría olvidado, me habría borrado de su lista.