Después de los "inolvidables" Juegos Olímpicos de Atenas, los "realmente excepcionales" de Pekín. El presidente del COI, Jacques Rogge, ya advirtió hace años de que evitaría la fórmula de los "mejores de la historia" que abaratara su predecesor, Juan Antonio Samaranch. Es seguro que este la habría repetido en la ceremonia de clausura de ayer. Los JJOO de Pekín no admiten comparación en abundantes aspectos como organización, instalaciones o ambiente, según algunos encallecidos periodistas.

Liberada del rigor de la apertura, la celebración de anoche en el Nido de Pájaro fue más festiva. Los atletas coincidieron sobre el tartán con el ejército de figurantes, ayer menguado a menos de la mitad. Aun así, hubo más de 7.000. Cantó Plácido Domingo y la plana mayor del pop asiático. Jimmy Page, el guitarrista de Led Zeppelin, rompió con estridencias el clima armónico de la gala dirigida por Zhang Yimou. Un autobús rojo de dos pisos y David Beckham, cuyo declinar futbolístico no le ha menguado el número de seguidores en China, representaron también a Londres durante el relevo olímpico.

Presupuesto triplicado

Las ceremonias de apertura y clausura revelan el gigantismo chino. Pekín invirtió en sus Juegos 30.000 millones de euros, el triple del presupuesto londinense. Como reconoció Yimou, los medios de los que dispuso serían inviables en otro país. Relevar a Pekín se asemeja a heredar el diez de Maradona. "No vamos a competir con la ceremonia china. La nuestra será sencilla, juvenil, atlética, entretenida y divertida, como es nuestra ciudad", avanzó Bill Morris, un organizador de Londres 2012.

Los JJOO certifican la entrada de China en la modernidad. Sus victorias deportivas revelan su esplendor económico tanto como sus derrotas. Li Ning, el gimnasta del paseo etéreo previo al encendido del pebetero, fue glorificado cuando regresó de Los Angeles-1984 cargado de medallas y vilipendiado tras llegar de vacío de Seúl cuatro años después. Su casa fue apedreada. Había ido forzado por la presión del país, a pesar de estar lesionado. Liu Xiang nunca ha disfrutado de tanta fama ni compartirá el desprecio. Después de la decepción inicial, la reacción a su retirada ha sido sensata. En internet se recordaba que China ya no es el enfermo de Asia que demanda héroes para sostener el orgullo nacional.

"Estos JJOO han servido para que el mundo conozca a China y China al mundo", dijo ayer Rogge, en un acertado resumen. La organización ha sido impecable, aún más si se tiene en cuenta que China es un país en desarrollo, pero no ha habido tregua olímpica a los derechos humanos. Los tres parques que Pekín habilitó para protestar se han revelado inútiles porque todos los permisos se han denegado, y muchos solicitantes han sido detenidos.

Dos horas después de la ceremonia, muchos de los puestos de seguridad y control ya estaban desmontados. Un par de voluntarios lloraban sin consuelo y abrazados en los aledaños del estadio. "Estas dos semanas han sido las más felices de mi vida, ahora no sé qué hacer", decía una. Tras siete años en los que en China solo se hablaba de JJOO, es inevitable un sentimiento de vacío.