Esperanza Mendoza Holgado (Cáceres, 25-12-1983) es una de las dos únicas mujeres árbitros de la Liga Endesa de baloncesto. La crisis del coronavirus la ha salpicado de distintas maneras: dirigió el Real Madrid-Casademont Zaragoza con un jugador que luego se supo que estaba infectado, Trey Thompkins; viajó a continuación a Turquía para el Fenerbahce-Bourges de la Euroliga femenina y acaba de vivir el fallecimiento de un familiar. Lo cuenta a este diario desde su casa de Salamanca, donde espera acontecimientos junto a su marido, Saúl Pérez, y su perrita, Milka.

-El inicio de confinamiento debió ser caótico para usted, ¿no?

-Cuando aterricé el jueves 12 en Madrid procedente de Estambul se empezaron a cancelar trenes. Tuve que adelantar el mío pensando en que podía quedarme fuera. Ese mismo día se conoció el positivo de un jugador del Real Madrid al que le había arbitrado el domingo anterior. No fue paranoia, pero sí miedo, a ver si yo tenía algo y que podía haberlo propagado por Turquía. Decidí encerrarme en casa ya desde ese día. Era más sentido de la responsabilidad que de propio miedo.

-En su familia se ha vivido una situación dura estos días...

-Esta semana ha fallecido el tío de mi marido, no sabemos si porque le tocaba o no. Era una persona mayor con muchísimas patologías. Cuando vemos la cifra de muertos no nos damos cuenta de que hay muchas familias que no tienen la posibilidad de tener una despedida normal: no hay una misa, un velatorio, un abrazo. Lo he vivido. En nuestro caso, fuimos al cementerio seis personas para meter un féretro en un agujero. Está siendo muy complicado todo.

-Se asegura que está siendo especialmente desagradable el adiós a los seres fallecidos por el virus…

-Pero la humanidad está en respetar las normas. Si te dicen que no salgas de casa, no salgas de casa. Y por desgracia, te asomas al balcón y ves a la gente paseando. Hay días que parece un día normal. Es la falta de solidaridad. Hay una gran falta de respeto a las normas, a la vida ajena. No nos damos cuenta de lo que hay.

-¿No observa un gran seguimiento de las medidas de confinamiento en Salamanca?

-Por las mañanas sobre todo. Me sorprende la gente mayor que salga a la calle a por cualquier cosa. Me cuesta entenderlo. Por las tardes las calles están más vacías, sobre todo si llueve.

-Aquel último partido de Estambul fue con público, pero el resto de los cuartos de final se jugó a puerta cerrada. ¿Le gusta pitar en esa circunstancia?

-Lo odio. Tu concentración no es la misma. Se escucha todo: lo bueno, lo malo... La tensión no es la misma... No sientes que sea un partido. Todo es más difícil.

-La Liga Endesa ha anunciado que intentará volver el 27 de abril. ¿Lo ve factible?

-Seguirá lo mismo que todas las ligas: será lo que marquen los gobiernos. Todo se hará en función de los que están llevando toda esta emergencia sanitaria. Si puede seguir la liga, será bueno para todos porque significará que vamos hacia adelante. Si no, pues habrá que retrasar más o suspenderla, pero lo primero es pensar en los demás antes que en nosotros mismos.

-Estaba siendo un año bonito para usted...

-Sí. Habíamos entrado en la parte bonita de la temporada. Estaba designada para otro partido de cuartos de la Euroliga femenina, creciendo a nivel internacional y asentándome en la Liga Endesa. Me he quedado a medias, con la sensación de que te han quitado algo.

-Es una gran amante de los perros. ¿Está habiendo abusos al permitirse sacarlos?

-Es problema es el de siempre. Hay personas que se aprovechan de las situaciones. Milka sigue saliendo tres veces al día, pero está menos tiempo en la calle porque no podemos tenerla en el parque jugando con otros perros o corriendo por ahí. Ahora ves a vecinos que solo sacaban a los suyos a una vez a las ocho de la mañana y otra a las diez de la noche y ahora están todo el día en la calle. Da igual las normas que pongan: si la gente quiere utilizarlas mal, lo hará.

-¿Milka nota que está pasando algo raro?

-¡Está flipando por tenerme tanto tiempo en casa! Está muy empalagosa. Le extraña estar todo el tiempo acompañada. Y se aburre porque necesita correr, moverse más.

-¿Preocupada por la situación en su ciudad natal?

-Echo mucho de menos a mi familia de Cáceres, a mi madre, mi abuelo, mis tíos. Estar de 200 kilómetros te genera impotencia, aunque mi hermana Cristina está pendiente de ellos.