Casi un centenar de escolares de los colegios de Cañaveral y Almoharín presenciaron uno de los espectáculos más deplorables que puede dar un partido de fútbol. Si el fútbol es, entre otras cosas, pasión, por encima de ésta deben estar la cordura y la convivencia entre aficiones. Los incidentes que protagonizaron aficionados radicales de los dos clubs no deben ser ejemplo para los jóvenes.

La jornada de convivencia entre peñistas verdes y albinegros de por la mañana con partido de fútbol incluido en el campo de Las Trescientas y la comida de hermandad la echaron abajo al comienzo del choque una minoría de hinchas con su actitud hostil hacia la afición contraria ante la pasividad e insuficiencia policial.

Todo comenzó a la llegada de los seguidores radicales pacenses, al pasar junto a la puerta de preferencia que da acceso a la grada donde se sitúa el Escuadrón Verdiblanco. Comenzó la trifulca con empujones y patadas y prosiguió con la lluvia de piedras de considerable tamaño desde el exterior del estadio hacia la grada, lo que obligó a abrir una puerta al césped para que los aficionados se cubrieran. El árbitro detuvo el partido cinco minutos.

Escasa fuerza pública

No fue fácil atajar los incidentes por la escasísima presencia policial, aunque no hubo que lamentar heridos de consideración. José Ignacio Aguinaga, director general del Cacereño, ofreció la única información que manejaba el club tras el partido, afirmando que "las fuerzas de orden público han detenido a un seguidor pacense para tomarle declaración y los servicios de preferencia de la zona que ocupaban los aficionados del Badajoz han quedado destrozados".

Mientras, un aficionado pacense, Cecilio del Cid, denunció que fue apedreado con su coche a la salida de Cáceres. "Menos mal que lo estoy contando, pero esto es de cafres. A mí, a mi mujer y mis dos hijos nos han podido matar".