Hablaba distendidamente en la salida. Se ajustaba las cintas del casco, entre sonrisas, rodeado de ciclistas españoles, al fondo del pelotón. Sonaban los silbatos de los controladores de la prueba. Lance Armstrong, Jan Ullrich, Iban Mayo, las figuras, en primera línea --nerviosas, atentas--, ya habían partido. Casi estaban a 100 metros. El silbato seguía sonando. Y Alessandro Petacchi, nada, sin inmutarse, bromeando, como si en vez de estar a punto de iniciar la primera etapa del Tour estuviera en una carrera secundaria, de aquellas que sirven para ponerse morenito y lucir luego el cuerpo entre las azafatas. Así no se puede venir al Tour. Así ocurre lo que pasó ayer, la derrota fulminante del mejor velocista del mundo. Petacchi sólo pudo ser octavo en la primera llegada masiva, donde se impuso el veterano ciclista de Estonia, un ídolo en su país, Jaan Kirsipuu.

Estaban desesperados los periodistas italianos. El día se presagiaba como un éxito completo para la formación del Fassa Bortolo. El jersey amarillo, el suizo Fabian Cancellara, hasta se permitía jugarse el tipo en los esprints intermedios para sumar alguna bonificación que le permitiera cobrar mayor ventaja al frente de la clasificación. El catalán Joan Antoni Flecha se sacrificaba y se desgastaba lo que no está escrito tirando del pelotón casi en exclusiva.

NUEVE TRIUNFOS EN EL GIRO Petacchi, el corredor que este año se ha impuesto en nueve etapas del Giro, que la temporada pasada ganó cuatro esprints en el Tour, seis en la ronda italiana y cinco en la Vuelta, falló en el momento en el que tenía que actuar. Sólo debía estar brillante en los últimos 100 metros de la etapa. Entró rezagado, con el equipo castigado. Sin excusa. "Tengo razones para estar enfadado. Estoy mejor en forma que hace un año; no he brillado como deseaba". Así de claro. Al menos lo reconoció.

Pero es que además, con su aparente relajación, Petacchi debió entender que el Tour es otra cosa. Aquí no ganará nueve etapas plácidamente como sucedió en el Giro. Aquí hay que ganarse el pan con el sudor de la frente, jugarse el pellejo en las incontables rotondas finales y no acobardarse cuando la carretera, como ayer, se pone resbaladiza por la lluvia. Aquí la competencia es enorme. Porque no sólo han venido todas las figuras mundiales, menos las sancionadas o lesionadas. No sólo han acudido los más brillantes escaladores. Aquí también se ha reunido la flor y nata de los velocistas, con la excepción de Oscar Freire. Y todos quieren un trozo del pastel. Y al final se lo llevó Kirsipuu. Y los favoritos, que pasaron una jornada más.