Por primera vez en estos Juegos, alguien tocó la pared antes que Michael Phelps en una final. La quinta medalla de Río, la vigesimoséptima medalla olímpica de su palmarés, no fue del color que esperaba. Fue el joven nadador de Singapur Joseph Schooling, afincado en Austin (Texas), el que consiguió relegarlo a la segunda plaza, aunque para ello necesitó batir el récord de los Juegos (50.39 segundos). Toda una sorpresa.

Mucho menos explosivo que sus rivales, Phelps tuvo una espléndida reacción después de completar el primer 50 en sexta posición. Su nado fácil, fluido, le llevó finalmente a superar al sudafricano Chad Le Clos, relegándolo a la tercera plaza, un bronce compartido con el húngaro Laszlo Cseh, en la que quedará como su última carrera individual en la escena internacional.

Phelps era el auténtico ídolo de la infancia de Schooling y poco tardó en extenderse una foto en la que los dos posaban juntos cuando el nuevo campeón olímpico era apenas un niño.

Hosszu, tampoco

También sucedió lo inesperado en la final de los 200 espalda. La húngara Katinka Hosszu cedió en los últimos metros ante la estadounidense Maya Dirado y se tuvo que conformar con la plata, después de sus tres oros en los 200 y 400 estilos y los 100 espalda. Dirado, que marcó un tiempo de 2.05.99 (16 centésimas menos) la superó en un esfuerzo tremendo, espoleada por las gradas, que culminó en los último cinco metros, en los que Iron lady seguramente pagó el cansancio de una agenda tan cargada.

La penúltima jornada de la natación sirvió para coronar al estadounidense Anthony Ervin como el nadador más rápido de Río y también como el campeón olímpico más veterano: 35 años. Ervin desbancó al defensor de título y campeón mundial del 50 libre, el francés Florent Manaudou por una centésima (21.40 del ganador), mientras el bronce fue para el también estadounidense Nathan Adrian (21.49).