Michael Phelps sigue escrupulosamente el libro de ruta marcado. Paso a paso, brazada a brazada, prueba a prueba, la Bala de Baltimore está entrando en los libros de historia deportiva escribiendo capítulo a capítulo la gesta más grande del olimpismo. En el momento de aparecer a la luz este diario es muy posible que el extraordinario nadador estadounidense ya tenga en la mochila cinco de las ocho medallas de oro que persigue, como hecho inédito y sin precedentes, en los Juegos Olímpicos y en cualquier deporte.

En la madrugada española se habrán disputado ya las finales de 200 metros mariposa --prueba en la que Phelps es campeón olímpico, mundial y plusmarquista universal-- y del relevo 4x200 libre. Pero ayer, al caer la noche pequinesa, el tritón de Maryland ya tenía en propiedad, sin posible discusión, el tercer oro, el que conquistó en los 200 libre con un nuevo récord del mundo (1.42.96 minutos), como había sucedido también en sus victorias anteriores.

A Phelps ya le quedan pocas cosas por demostrar, pocas espinas clavadas que extirpar. Pero ayer tenía una. Hace cuatro años, en los Juegos de Atenas, sufrió una de sus raras derrotas precisamente en el doble hectómetro estilo libre.

EL RECUERDO DEL 2004 Solo fue tercero, detrás del australiano Ian Thorpe y del holandés Pieter van den Hoogenband. Ayer no estaba ninguno de los dos. El primero se retiró en el 2006; el segundo se ha centrado en los 100 metros en Pekín.

Sin ellos en la fastuosa piscina del Centro Acuático Nacional, el ya popular Cubo de Agua, la victoria de la locomotora de Baltimore fue sencilla, pero no por ello se acomodó. Nadó a ritmo de récord del mundo en todos los parciales y tocó en 1.42.96, muy por debajo de su propia marca del año pasado en los Mundiales de Melbourne (1.43.86). El perseguidor más cercano, el surcoreano Taehwan Park, quedó a casi dos segundos del nadar pausado y elegante de Phelps.

Confirmada la superioridad aplastante del ya mítico nadador de 23 años, todas las miradas y las preguntas se centran ahora en conocer los detalles más nimios que acompañan al desafío de superar los siete oros conseguidos por Mark Spitz en los Juegos de Múnich-72. ¿Cómo duerme Phelps? ¿Qué come? ¿Cómo se mentaliza para la paliza de dos o tres actuaciones diarias? ¿De dónde saca la motivación?

Todas esas incógnitas van encontrando respuesta a cuentagotas en las breves declaraciones del supercampeón entre prueba y prueba. "Odio perder, odié quedar tercero en los 200 libre de Atenas. Pero cuando pierdo en pruebas como esas me motivo para nadar más rápido", explicó Phelps, que confesó que se levanta, muy lentamente, a las cinco de la mañana cada día, que alimenta su cuerpo con montones de pasta y pizza y que solo tiene tiempo para una cosa: "Estar al 100% concentrado en lo que estoy persiguiendo".

Phelps igualó ayer (ver gráfico) el máximo número de medallas de oro ganado por cualquier deportista en unos Juegos : nueve. "Es un honor estar emparejado con estos nombres. He conocido a Carl Lewis y he intercambiado algunas palabras con Spitz, es un honor estar junto a ellos". A estas horas, seguramente, ya estará por encima.