Mucha gente dice que la base tiene que ser la más pequeña del equipo porque al estar más cerca del suelo tiene más control sobre el balón mientras bota. En general no somos muy altas, pero tenemos la cabeza más "grande" de todas: tenemos que pensar por todas nuestras compañeras.

Jugar en la posición de base es ver, vivir y saborear el baloncesto de otra forma. Es tener carácter, responsabilidad y control del partido. Es ser el entrenador dentro de la pista, llevar la batuta del equipo, es elegir lo mejor para todas en cada momento.

La función de la base siempre está presente, tanto en los pases que da y como en los que no. Subimos el balón y dirigimos el equipo, eligiendo de entre todo el abanico de posibilidades la mejor en cada momento. Para eso, una base debe controlar el tiempo de juego y el tiempo de ataque, sabiendo llevar el balón a las manos de la jugadora adecuada, en el momento justo.

Es gratificante como base pensar en algo concreto, mandar para hacerlo y que salga tal y como queríamos. ¡Qué satisfacción!

La palabra "asistencia" siempre ha venido asociada a la posición de base. Para eso, es muy importante saber pasar y tener buena visión de juego. Antes, el trabajo de una base era evaluado solo como una "pasadora/ asistente", y no por los puntos que anotaba. Nosotras pensamos que la virtud de ser base es también saber cuándo tenemos que mirar el aro.

Por ser las jugadoras que tenemos el balón más tiempo en las manos durante el partido, sentimos una responsabilidad mayor. Pero es esa responsabilidad que nos hace estar más metidas en el partido, vibrando con cada buena acción del equipo y disfrutando aún más del juego.

El base es una posición de sacrificio, del trabajo que no se ve, muchas veces del que no sale en las estadísticas, pero del que es necesario y fundamental en todos los equipos. Jugamos y somos bases por sentimientos como estos. Sin ellos no viviríamos este deporte como lo hacemos.