Hasta hace apenas un cuarto de siglo, las pistas de tenis del circuito mundial eran de tierra, de hierba y de cemento, y todas estaban en clubs estables, muchos de ellos con una larga tradición en su escudo. Ahora, esas instalaciones comparten el circuito con torneos organizados en centros multiusos con pistas móviles. Los dos que cerrarán la temporada de la ATP, la Copa Masters de Londres que arrancó ayer y la inminente gran final de la Copa Davis de Barcelona se disputarán sobre efímeras canchas de quita y pon.

Para la Copa Davis, Impersport, una empresa que distribuye material de EEUU, creará una pista de tierra batida en el Palau Sant Jordi. En Londres, la firma catalana Greenset hará la cancha de resina acrílica, como ya hizo en los anteriores Masters de Shanghái, Sídney, Houston y Lisboa. Esta empresa, de raíz francesa, fue adquirida en el año 2000 por Javier Sánchez Vicario y José Antonio Conde, dos extenistas que llegaron al número 2 y 60, respectivamente, en el ránking de dobles, y que han reactivado la compañía con fábricas en Barcelona y Francia.

Canchas a la carta

Pero, ¿por qué se han puesto de moda las pistas móviles? "Porque cabe más público y a los organizadores les sale más rentable --explica Sánchez Vicario--; y porque resulta más fácil ir a una plaza de toros, como se ha hecho ya en la Davis, y montar allí la pista con un aforo mayor, sin entrar en los gastos que representa un campo fijo, con toda su infraestructura y su mantenimiento". "La ATP, además, pide una serie de cosas que un torneo sin solera no puede cumplir en medio de una ciudad: tantas pistas de entrenamiento, tanto aforo en la primera pista, tanto en la segunda, aparcamiento...".

"Las pistas las podemos hacer más rápidas o más lentas, a gusto de los jugadores. Con nuestro producto podemos regular la velocidad de la bola, aunque esto solo se hace en la Copa Davis, ya que en los torneos todas las pistas que hacemos son iguales. En nuestras pistas de resina, la pelota bota solo un poco más que en las de tierra", dice Conde.

Greenset, que empezó a construir pistas en los años 70, tiene ahora unas 60.000 repartidas por el mundo. La empresa catalana ha participado este año en 35 torneos, compitiendo con tres empresas de EEUU que, con ellos, conforman el top ten de los fabricantes. El precio de una instalación se acerca a los 40.000 euros. Un dinero que puede igualar al mortal que los invierta con Roger Federer, ya que el suizo entrena todo el año en pistas de Greenset en Basilea.

A la hora de elegir, los que mandan son los organizadores, que contratan en función de la calidad. Es habitual, sin embargo, que algunas empresas se ofrezcan a realizar los trabajos gratis para poder poner el torneo en cuestión en su currículo. No es el caso de Greenset. "Lo importante es que los jugadores confíen en tu producto, por eso hacemos el Masters que organiza la ATP, que podría tener gratis el producto que quisiera, pero nos lo compra a nosotros. Y claro, si jugadores como Federer o Nadal dicen que no quieren jugar sobre un tipo de pista determinado, la ATP no lo pone", comenta Sánchez Vicario. Construir una pista requiere tres días de trabajo. Desmontarla, ocho horas. Las de tierra son más complejas.