CACEREÑO: Félix Campo; Cerveró, Guy, Pelegrí, Caballero; Nico (min. 57, Enrique), Cantos, Jorge (min. min. 67, Sema), Juanma Cruz, Cobos; Nacho Garrido (min. 79, Tariq).

MERIDA: Pedro Illanes; Daniel, Mario, Rume; Diego, Olivar, Santi Polo; Marcos, Prieto, Roberto (min. 79, Raúl); Braulio (min. 60, Zahonero).

GOL: 1-0-Min. 56: Cobos, de penalti.

ARBITRO: Alvarez García (Andaluz). Demasiadas tarjetas: 16 amarillas. Por los locales, Cerveró, Guy, Pelegrí, Seman, Cobos, Juanma Cruz y al técnico Ismael Díaz. Por los visitantes Illanes, Daniel, Mario, Olivar, Polo, Prieto, Marcos, Pinto (suplente) y al técnico Mateo Prieto.

Pobre ejercicio futbolístico en el Príncipe Felipe. Cacereño y Mérida, instalados por sus propios méritos en la vanguardia de la Segunda B, prefirieron apelar a la lucha en detrimento del espectáculo para firmar un clásico derbi, de esos de los que no gustan al que paga y de los que al final sólo hacen sonreír al que gana, sin que quede un regusto para alardear.

Y ganó el Cacereño, el equipo que más dominó, el que más creyó en el éxito, aunque sin suficiencia y con apuros finales. El mano a mano que Félix Campo salvó ante Marcos (min. 90) fue decisivo para la suerte del choque, como también lo fue el penalti transformado por Julio Cobos en el 56. Un empate emeritense tampoco hubiera sido un desenlace injusto, a tenor de la escasez de opciones de unos y otros en una tarde tan fría en la grada como en el césped.

Fue el Mérida un bloque intencionadamente conservador, al menos durante el tiempo que atesoró con excesivo celo el empate. Acuciado por las bajas de varios de sus mejores hombres, Mateo Prieto instaló una muralla defensiva sin apenas fisuras, por la que nunca pudo pasar el Cacereño hasta que llegó la jugada del penalti. El tiempo transcurría en terreno romano , con levísimos escarceos visitantes. El equipo de Ismael Díaz, que paradójicamente jugó mejor el anterior derbi ante el Extremadura, aunque entonces con resultado negativo, fue mediocre en su intención ofensiva, demasiado mediatizada por el indiscriminado bombeo de balones.

SIN OPCIONES

Pedro Illanes, héroe del ascenso verde hace sólo unos pocos meses, fue el dueño de los balones altos, sin que las ocasiones claras aparecieran en momento alguno. El bagaje en el primer tiempo para unos y otros fue más bien patético: la mejor opción verde, un tiro intencionado de Jorge García desde el medio del campo, y la blanquinegra, un centro chut de Marcos desviado por Félix Campo. Poco, muy poco, para dos equipos que se supone tienen artillería pesada.

El Cacereño vivió en exceso de las galopadas continuadas de Juanma Cruz y las pinceladas de Jorge García y Cobos, inoperantes Nacho Garrido y Nico, en tanto que el Mérida dejaba pasar plácidamente el tiempo guiado por su sobriedad defensiva y la omnipresencia de Olivar, un futbolista que lo abarca todo con su cuerpo y su sentido táctico.

En el segundo acto, las cosas no parecían pintar muy diferentes hasta que llegó la jugada clave del partido. Ismael Díaz, un entrenador no precisamente dudoso de ser un enamorado de los buenos futbolistas, accedió, por fin, a apelar a la lógica cuando ordenó el cambio de Enrique, todo un lujo en el banquillo verde.

Con el extremo en la banda para salir a escena, un contragolpe de Juanma Cruz terminó en un aparente derribo dentro del área. Primera oportunidad del choque, primer gol. No está mal para la estadística local.

El encuentro cambió a partir de entonces. El fútbol, al, fin, apareció, aunque no en cantidades deslumbrantes. El Mérida se lanzó a por el empate --¿por qué los entrenadores condicionan todo al resultado y no dan más rienda suelta al futbolista?, habría que preguntarse-- y el choque se volvió de ida y vuelta.

El partido, siempre muy trabado por culpa del árbitro y su empeño en felicitar anticipadamente la Navidad --16 tarjetas--, ofreció su cara más emocionante y talentosa. El Mérida movió bien la bola y se aproximó con criterio a la meta local, aunque el mayor peligro parecía llegar en las faltas, nunca bien lanzadas.

El Cacereño pudo sentenciar por medio de Juanma Cruz, que flirteó con el tanto, pero su disparo fue flojo. Marcos, en fin, tuvo la suya en los estertores, pero no pudo ser. El derbi fue verde y el disgusto, emeritense.