Dicen que los goles son la salsa del fútbol y en esa guerra los porteros siempre parecen jugar el papel del malo. Su trabajo es evitarlos. En ello está Miguel López, portero del Calamonte, que junto a Camacho, del Cacereño, y Sebas Gil, del Don Benito, sigue con su portería a cero después de cuatro jornadas.

Miguel, de 24 años, debutó en Segunda División B un 24 de abril del 2013 defendiendo los colores del Cacereño, club en el que siguió una campaña más. Después, tras salir del equipo de Cáceres, decidió centrarse en sus estudios, Ciencias del Deporte, y aprovechar la gran oportunidad que se le presentó: se fue de Erasmus durante nueve meses a Roma. «Es algo que todo estudiante debería hacer», dice. Ahora, tres esa «enriquecedora experiencia», compatibiliza las últimas asignaturas que tiene pendientes con la defensa de la portería del Calamonte, el equipo de su pueblo y segundo clasificado del Grupo XIV. «Defender esta camiseta es distinto», dice emocionando y reconociendo que está disfrutando mucho. «Ver a 700 u 800 personas en cada partida y que incluso fuera hay a veces más de los nuestros es algo increíble».

Casi en el dique seco

Jugó al fútbol en Roma, pero nunca fue algo demasiado serio. «El equipo estaba muy lejos y era difícil ir a los entrenamientos». Pero el año en el dique seco no parece que le haya pasado factura. «Físicamente estoy bien». Pueden dar fe de ello sus rivales, que aún no han sido capaces de superarle. «Esto es un trabajo de equipo, por muy bien que lo haga un portero si no está bien respaldado por el resto de jugadores los resultados no serían los mismos», apunta Miguel, resaltando el gran trabajo de sus compañeros. ¿Y los objetivos del Calamonte? «La permanencia», lo tiene claro, «después, dar toda la guerra que podamos e intentar mejorar el puesto del año pasado». Juegan sin presión, dice Miguel como posible clave del éxito. Su próxima parada, el Nuevo Vivero, para medirse el domingo al Badajoz (19.00 horas.) H