Portugal se prepara para una nueva fiesta. Con el permiso de Holanda, los portugueses afrontan la cita más importante de su historia con el reto de estar en la final del próximo domingo y no contemplan otra posibilidad.

La euforia se ha apoderado del país. Los colores rojo y verde de la bandera lusa vuelven a pavonearse por las calles de todas la ciudades. Nadie se plantea una derrota y todos está listo para quemar el país en una nueva explosión de júbilo en la madrugada del jueves. Todos menos el brasileño Luiz Felipe Scolari, el técnico que ha pasado de villano a héroe en pocos días. Scolari fue crucificado por la crítica tras perder el partido inaugural ante Grecia en Oporto, pero que recuperó la confianza del país.

La victorias ante Rusia y, especialmente, la lograda ante España, le devolvieron al papel de héroe nacional y ahora todos le exigen llegar a la final y ganarla.

Scolari sabe que eso no es fácil y desde Alcochete, el refugio de la selección desde que comenzó el campeonato, ha hecho un llamamiento a la calma, a la concentración. "No se puede hablar de final hasta que no se gane a Holanda, un rival muy complicado ante el que hay que mantener niveles máximos de concentración", dijo en un intento de aislar a los suyos del entorno.

CON PRESION La selección holandesa también está ante un reto histórico. Después de su ausencia en el pasado Mundial de Japón y Corea, los naranjas quieren recobrar el prestigio internacional perdido y para ello nada mejor que estar en La Luz el próximo domingo en la última batalla por el título.

Dick Advocaat no está pasando por un buen momento. El técnico es acosado por la crítica de su país, que le exige un mejor juego además de los resultados.

El entrenador se juega mucho en el envite. Su prestigio y el del combinado están en el alambre. Por ello, Advocaat ha cedido el papel de favorito a los locales.