En la joya arquitectónica de Múnich, en el hermoso estadio que parece un neumático desinflado, se reúnen esta noche dos selecciones que no tenían cita previa. Han llegado sin que nadie las invitara. A Francia no se le esperaba porque estaba vieja y acabada. A Portugal, tampoco. Scolari es bueno, pensó la gente, pero tampoco hace milagros. Pues los ha hecho. ¡Qué decir de Zidane! Jubilado prematuramente, retirado durante un año en el Madrid, se le ve ahora jugando con la ilusión de un juvenil, un niño que empieza, y la sabiduría de un maestro, un anciano que deja el fútbol. En idéntico trance se halla Luis Figo, otro de los galácticos renacidos en Alemania, mientras el padre de la criatura, Florentino Pérez, no puede ni salir tranquilo por Madrid.