Si el Barça encaja más goles que de costumbre (tres no es lo habitual en estos cinco últimos años), lo primero que se hace es mirar a la portería buscando, de forma inmediata, la respuesta más simple. Que no la mejor. Si está Víctor Valdés bajo los palos, todavía más. Y si llega la primera derrota en la Liga después de casi un año (la última se remonta a febrero del 2012) esas miradas se convierten en críticas uniéndolo, al mismo tiempo, en un cóctel explosivo porque todo sucede 48 horas después de que Valdés anunciara que se va en el 2014. Se va porque no quiere renovar su contrato. El problema del Barça, sin embargo, no se reduce a la portería. Es más profundo porque su estructura defensiva no resulta tan rocosa como de costumbre.

Está avisado, ha recibido cinco goles en dos partidos (Málaga y Real) y el jueves se juega el pase a la semifinal de la Copa del Rey en La Rosaleda (2-2 en la ida). Es un problema de estabilidad que se había percibido al inicio de la Liga, simbolizado en aquellos cuatro goles que encajó en Riazor.

FALTA DE CONTROL Esa estabilidad defensiva sorprende en un equipo que marca más goles que nunca en los cinco últimos años (66), pero también encaja más que nunca (23). Curiosamente, dos tantos más que Osasuna, el antepenúltimo clasificado de la Liga (21), ubicado en zona de descenso. Además, de forma consecutiva, se han repetido los mismos síntomas. El Barça gobierna el partido con tranquilidad (ganaba 0-2 en Anoeta a los 24 minutos), pero perdió el control. Y, al instante, entró en problemas. "No somos un equipo que defendamos en nuestra área. No sabemos", recordó Tito Vilanova, el entrenador azulgrana, tras la primera caída en la Liga. "No pasa nada, un día teníamos que perder", añadió.

El Barça solo sabe defenderse con la pelota. Si ataca bien, se defiende aún mejor. Pero si pierde el balón resulta vulnerable. Especialmente en los minutos finales. Ese es otro síntoma de su inestabilidad. Camacho fusiló a Pinto en el Camp Nou complicando la Copa y Agirretxe se adelantó a Mascherano para sorprender a Valdés. "Vamos a analizar todo esto, es evidente. Pero no hay que volverse loco. El equipo está bien, como demostramos en la primera parte", recalcó Puyol, el capitán azulgrana, asumiendo la autocrítica que se iniciará a partir de hoy. El jueves es el primer partido a cara o cruz. Seguir o no en la Copa está en juego con el horizonte inmediato de cruzarse con el Madrid o Valencia en las semifinales.

Hay goles encajados, además, que se repiten. El del Chori Castro, el 2-1 del sábado, sin ir más lejos. Así le marcó al Barça el mismo delantero de la Real aprovechando un desajuste defensivo en la banda derecha porque Alves le permitió primero pensar y luego disparar. Poco a poco, el equipo fue sumando pequeños errores que le hicieron ceder el gobierno del encuentro. Pudo elegir intentar quedarse con el 2-2, pero en su búsqueda del gol de la victoria, ya con 10, topó con la sentencia final de Agirretxe.

Se durmió cuando el partido estaba en sus manos y al despertarse ya fue demasiado tarde para no quedarse a oscuras en Anoeta. "No me preocupa", argumentó Tito. "Vas ganando partidos que parecen fáciles, se habla de estar todo un campeonato sin perder y... Ya dije que queda muchísima Liga", recordó el técnico. Tras dos tropezones en cuatro días, el equipo ha captado el mensaje. Nada se gana fácil ni siquiera cuando crees que la Liga está ganada. Por mucho que Tito, quien se ha definido siempre como "un hombre de matemáticas", vaya alertando a sus jugadores. Ya le pasó con Piqué. "A la primera falta, te echan", le dijo al central. Y a la primera falta de la segunda parte, Undiano Mallenco le echó. El Barça está tranquilo --lleva un curso impecable--, pero sin control es accesible.