"El club y Pablo Vargas han llegado a un acuerdo para rescindir su contrato". Así de escueto fue el comunicado de prensa, vía Whatsapp, en el que el Cacereño anunciaba la marcha del que ha sido su portero durante cinco de las últimas siete temporadas, cuatro de ellas consecutivas. En la cuenta de Twitter se añadía un "Gracias por defender a este escudo", pero eso no quita que la relación entre las partes se había enfriado desde hacía tiempo.

Ni el Cacereño quería ya a Vargas ni Vargas quería estar en el Cacereño, por lo que el acuerdo para no cumplir el año de contrato que restaba entre las partes, después de algunos tiras y aflojas, tenía que llegar tarde o temprano.

El meta de 32 años, caracterizado por su regularidad durante la mayor parte de su segunda etapa en Cáceres, dejó de ser titular en el último tercio de la liga pasada después de varios errores gruesos --el 0-1 con el que terminaría el marcador-- y pedir el cambio tras uno de ellos, ante el Guijuelo. Aquello ocurrió el 21 de febrero y no volvió a jugar, aunque su entrenador, Angel Marcos, siempre intentó defenderle.

Un problema extra llegó tras consumarse el descenso. Hace apenas dos años, Vargas firmó un contrato largo que le unía hasta el final de la temporada 2016-17, pero sus emolumentos resultaban impropios de un club de Tercera División, por mucho que aspire al ascenso de categoría. Tampoco al futbolista le gustaba la idea de bajar un peldaño en su carrera, que está convencido de poder continuar cerca de su Sevilla natal.

La negociación ha sido larga, de más de un mes, y Vargas llegó a ponerse a las órdenes de Adolfo Muñoz cumpliendo con su compromiso, hasta que no se llegase a un entendimiento. Sin embargo, el técnico también ha dejado claro en la pretemporada que prefería a José Manuel Camacho bajo palos.

Adiós a Vargas. Ambas partes quedan contentas por la desvinculación. El CPC podría incorporar a otro meta como alternativa a Camacho.