La gran labor desarrollada por Antonio Martín Oncina y su equipo de colaboradores, su incuestionable capacidad de trabajo desinteresado y su innegable generosidad en el esfuerzo, no han servido para mantener al Plasencia en la categoría de plata del baloncesto español. La realidad es machaconamente tozuda y, aquellos, no resultan argumentos suficientes en el deporte profesional, donde poderoso caballero es don dinero. Espero, sinceramente, que lo del Plasencia no sea un adiós, sino sólo un hasta luego; que vuelva pronto al lugar que merece, por los méritos acumulados por Oncina y su gente; y que el tremendo sobreesfuerzo económico desplegado para intentar mantener la categoría, no lastre definitivamente un proyecto deportivo extremeño más, truncando las ilusiones de otra afición.

Quienes ya realizamos anteriormente el mismo esfuerzo, entre los que, modestamente, tengo el gusto de contarme, en otras ciudades, en otros clubs y en otros deportes, sabemos mejor que nadie lo difícil que resulta en Extremadura llevar a buen puerto un proyecto deportivo profesional y la impotencia que se siente al comprobar que, a pesar del trabajo bien hecho, ni siquiera el apoyo incondicional de una afición y de una ciudad volcada garantiza los recursos necesarios para la continuidad y el éxito.

Mérida, Almendralejo, Badajoz y Cáceres, en este caso por partida triple, ya han vivido en sus carnes la actual tragedia placentina. Lo cierto es que Plasencia deja a Extremadura huérfana del último referente de primer nivel nacional en deportes de masas. Por eso, si en el ya mítico 92, los políticos de turno se apuntaban al carro del éxito y presentaban el triunfo del deporte profesional extremeño como síntoma de la modernidad y el éxito de Extremadura, nuestros servidores públicos (por lo general, los mismos de entonces), tendrían que reconocer ahora, en buena lógica, que la catastrófica situación deportiva extremeña en el ámbito profesional es también fiel reflejo del actual escenario de nuestra región. Justa, pero difícil tarea, sobre todo en época preelectoral.

Extremadura y su baloncesto pierden otro referente deportivo. Sin equipos en ACB ni en LEB; sin árbitros en las categorías superiores; con la cantera copando puestos muy, muy discretos en los Campeonatos de España; y con el número de licencias en continua recesión en los últimos años, fruto de la "apuesta por la base" sin ofrecer referentes en la élite, resultan francamente difíciles de asumir lasrecientes declaraciones del presidente de la territorial extremeña, en las que afirma que "el baloncesto extremeño está sano y atraviesa por un buen momento"; "somos una comunidad más competitiva que cuando llegué al cargo"; o "prefiero contar con una base de gran nivel a contar con un equipo en ACB sin nada debajo". Incomprensible esto: precisamente el mayor auge del baloncesto regional de base se produjo a la sombra del Cáceres de ACB, sólo cabe enmarcar el resto de sus palabras en el contexto de quien se pasa el día tratando de no reconocer el fracaso de su gestión. Consejos doy, que para mí no tengo.