Dónde mejor que a las puertas del Rat Penat. En qué otro marco podía ser. El mejor porque era el suyo. Joaquim Rodríguez, al que ya todos conocen como Purito, se encuentra al frente de la Vuelta 2010. Y lo está con una intención: no desea ser un líder fugaz, sino el vencedor absoluto en Madrid.

Tembló de miedo el pelotón de la Vuelta porque se temía al Rat Penat, tanto por su ascenso como por lo sinuoso del descenso. Y allí los ciclistas de la prueba aplicaron la vieja consigna de Jacques Anquetil, su frase lapidaria: "Para ganar el Tour (léase en este caso la Vuelta) hay que subir rápido y bajar con precaución".

En 20 minutos, así se sufrió menos, el pelotón de los elegidos se enfrentó al infierno del Rat Penat, animado por centenares de aficionados que disfrutaron de lo lindo, aunque casi sin tiempo de ver a los ciclistas, en un escenario que debe empezar a formar parte de la épica ciclista: Rat Penat, la cumbre que es tan difícil de subir como de bajar.

Por el Rat Penat pasó destacado Imanol Erviti, el chico de Pamplona que creció tanto como Miguel Induráin, para triunfar en la Vilanova i la Geltrú que vio nacer al llorado Isaac Gálvez y morir también a Manuel Sanroma, en un cruel esprint de la Volta a Catalunya.

Y por la joya del Garraf transitó controlando la Vuelta Purito Rodríguez con el séquito de sus ayudantes del Katusha, el equipo ruso que le ha dado la dosis de moral para convertirse este año en una estrella del pelotón. Lo hizo sabiendo que ya había arrebatado a Igor Antón el jersey rojo, por los dos segundos que bonificó en el esprint especial de Valls el pueblo de Tondo y también del excorredor Miguel Angel Iglesias, a quien la organización dedicó la meta volante que convirtió a Purito en líder de la ronda española.

ANTECEDENTE "Quiero conservar la prenda y luchar por ganar la Vuelta. Pero no nos vamos a volver loco en defenderla cada día", explicó Purito. Qué distinto al 2003 cuando se vistió con el entonces jersey dorado de líder. Le cogió cariño a la prenda. Normal. Entonces su director era Manolo Saiz, curioso personaje. Quiso el técnico cántabro que el jersey fuera exhibido por diferentes ciclistas de su equipo, el ONCE, puesto que todos estaban más o menos empatados a tiempo. Purito se negó. Defendió el maillot con las uñas. ¡Menuda bronca le costó!

Cómo han cambiado las cosas. Entonces solo era un prometedor escalador. Y hoy, en ruta hacia Andorra, hacia Pal, a su escenario habitual de entrenamiento, tratará de reforzarse.

Porque hoy, como ayer, no se encontrará con Andy Schleck. Bjarne Riis, todavía su director, el técnico que lo será el año que viene de Contador, lo pilló a altas horas de la madrugada del lunes tomando unas cervezas en un pub irlandés de Tarragona. Se cabreó tanto (él seguramente estaba en lo mismo) que lo echó de la Vuelta. ¿Habría pasado igual si pensará renovarlo o tenerle como líder para el año que viene? Nunca se sabrá.